El acuerdo antiyihadista no envejece mal

Terrorismo

El pacto de Estado del 2015, que cambió el Código Penal en materia de terrorismo, no ha quedado obsoleto pese a la evolución del yihadismo

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Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, durante la firma del acuerdo antiyihadista en el Palacio de la Moncloa 

Emilia Gutiérrez

Esta semana se han cumplido diez años de la luz verde que el Congreso de los Diputados dio al pacto antiyihadista, con el que se modificó el Código Penal en materia de terrorismo. Días antes de su aprobación en el pleno se captó una fotografía que ahora parece impensable: el presidente del gobierno de aquel entonces, Mariano Rajoy, y el líder de la oposición en el 2015, Pedro Sánchez, rubricaban su primer acuerdo de Estado en un momento en el que las Naciones Unidas alertaban de su “honda preocupación” por el recrudecimiento de la actividad terrorista y por la intensificación del llamamiento a cometer atentados en todo el mundo.

El ataque, un mes antes, contra el semanario francés Charlie Hebdo –perpetrado por dos enmascarados con fusiles de asaltos que segaron 12 vidas– precipitó la firma del acuerdo que ha servido para enviar a prisión durante esta década a la inmensa mayoría de los detenidos por conductas que hasta entonces no estaban tipificadas como delitos. En las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y en la Audien­cia Nacional tienen la certeza de que el pacto antiyihadista está envejeciendo bien, pese a la constante evolución del terrorismo internacional.

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Los últimos ataques en Europa –un atropello masivo en Munich y un apuñalamiento mortal en Austria– confirman la principal amenaza actual, que ya se recogía en el pacto: la evolución de las células terroristas organizadas, con acciones planificadas al milímetro diseñados por estructuras potentes, a actores solitarios, que actúan de manera autónoma contra objetivos blandos con medios rudimentarios, tal y como apuntan a La Vanguardia desde el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (Citco), un organismo que hace una década, precisamente, daba sus primeros pasos.

En el Citco ponen el actual foco de la amenaza en los actores solitarios y en la propaganda terrorista

En el Citco, donde aseguran que uno de los grandes hitos de su breve historia es la incorporación de los Mossos d’Esquadra a sus mesas de evaluación de la amenaza terrorista, apuntan a que uno de los aspectos en la lucha contra el yihadismo que más han mutado es la propaganda –y todo lo que la rodea: radicalización y capacitación–, también situada en la cúspide de las amenazas. Ya en el acuerdo se hablaba del uso de las redes sociales para provocar terror en la sociedad con mensajes de extrema crueldad. Pero la evolución de las nuevas tecnologías ha dejado –en parte– obsoleto este aspecto. Si bien es cierto que organizaciones como el Estado Islámico, que apuesta por contenidos centrados en la exaltación de atentados con infografías, o Al Qaeda, que se centra en los mensajes de texto con alto contenido ideológico, tienen brazos muy armados en redes sociales, la propaganda se está colando por otros canales, como los videojuegos. En España fue detectado un juego online, algo rudimentario, en el que un muyahidín entra en un poblado virtual para hacer la yihad, tratando de causar el mayor número de muertes. Una “perfecta” herramienta de captación, porque combina el binomio internet y jóvenes.

Pese a que son menos mediáticas que las detenciones de individuos que estuviesen a punto de atacar, las operaciones contra la propaganda están centrando una inmensa parte del trabajo policial en la lucha antiterrorista. El Citco promueve al año la eliminación de miles de contenidos que hacen proselitismo del terrorismo, uno de los tentáculos con los que el yihadismo más puede penetrar en la sociedad.

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Otra prueba de cómo el yihadismo ha ido evolucionando en esta década es la referencia en el pacto del 2015 al fenómeno de los combatientes desplazados a Siria o Irak. El acuerdo tipificó como delito de terrorismo el desplazamiento al extranjero para incorporarse a una organización terrorista o colaborar con ella. Sin embargo, ahora, aunque no hay ninguna laguna judicial para este aspecto, el riesgo son esos combatientes, formados en el uso de armas y explosivos, que están volviendo a sus países de origen tras desmoronarse el sueño del califato. Es por ello que los expertos en la lucha antiterrorista tienen puesta la vista en Siria, donde en el norte del país se encuentran los campos de detención ilegales repletos de yihadistas. Una situación que está causando más de un quebradero de cabeza para sus países europeos de procedencia.

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