Estados Unidos está dando la espalda a la cooperación internacional a una velocidad de vértigo. Desde su llegada al poder el 20 de enero de 2025, la nueva administración ha tardado menos de dos meses en causar estragos en la comunidad internacional del desarrollo y en su labor de salvar vidas.
El recorte de un día para otro de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y la congelación de la ayuda a las agencias de las Naciones Unidas ya están causando un sufrimiento totalmente evitable y costarán vidas en todo el Sur Global. Como lamentaron recientemente más de 60 expertos de la ONU, estas decisiones regresivas sobre la ayuda al desarrollo exterior tienen graves repercusiones en el mundo real para cientos de millones de personas, la mayoría de las cuales viven en la pobreza.

La velocidad a la que EE.UU. ha recortado la ayuda internacional es escandalosa, pero esta preocupante tendencia puede observarse en otros lugares. Entre 1990 y 2022, la parte de la ayuda de la Comisión Europea destinada a los “países menos adelantados” disminuyó del 52% al 19% y, en su lugar. el bloque dio prioridad a las inversiones “de importancia estratégica”, es decir, las que facilitan el acceso a minerales críticos. Alemania recortó 2.700 millones de euros de su presupuesto de desarrollo exterior en 2023-24. Francia, que había venido aumentando regularmente su presupuesto de ayuda y se había fijado el objetivo de alcanzar el 0,7% de su renta nacional bruta en ayuda oficial al desarrollo (AOD) para 2025, ha pospuesto este objetivo y en su lugar ha disminuido la AOD en 742 millones de euros en 2024, y con un nuevo recorte de más de 2.000 millones de euros en 2025.
El Reino Unido anunció recientemente recortes en su presupuesto de desarrollo del 0,5% del PIB al 0,3% (el nivel más bajo en décadas) para aumentar su presupuesto de defensa, un triste reflejo de nuestros tiempos.
FpD4, la cumbre internacional de la ONU
Los preparativos para la Cuarta Conferencia sobre la Financiación para el Desarrollo han cobrado una nueva urgencia
En medio del caos, los preparativos para la Cuarta Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo (FpD4), una cumbre de la ONU que se celebrará en Sevilla del 30 de junio al 3 de julio y en la que los gobiernos acordarán cómo financiar el desarrollo sostenible, han cobrado una nueva urgencia. Cuando EE.UU. abandona su papel de líder mundial del desarrollo y otros países se repliegan, la FpD4 llega en un momento crítico. Sin compromisos firmes con un modelo alternativo basado en nuevas formas de financiar el desarrollo, la lucha mundial contra la pobreza corre el riesgo de retroceder décadas.
Lo más eficaz de todo serían compromisos concretos para cerrar la brecha de financiación de la protección social: el déficit financiero que impide a los países de renta baja establecer los programas de protección social que muchos en el Norte Global dan por sentados: asistencia sanitaria básica, subsidios de desempleo y maternidad, entre otros. La protección social es la herramienta de lucha contra la pobreza más eficaz del mundo y, sin embargo, más del 90% de los habitantes de los países más pobres carecen de cualquier tipo de protección social.
Sin compromisos firmes con un modelo alternativo basado en nuevas formas de financiar el desarrollo, la lucha contra la pobreza puede retroceder décadas
Sabemos que a los países de renta más baja del mundo (26 de ellos, que representan el 9% de la población mundial) les costaría 308.500 millones de dólares al año proporcionar a sus poblaciones asistencia sanitaria esencial y seguridad básica de ingresos. Este precio (equivalente al 52,3% de su PIB) está fuera de su alcance, pero es más que asequible para la comunidad internacional. Y es una suma modesta si se compara con el impacto potencial y su papel como inversión en la prosperidad futura.
Mis últimas investigaciones muestran lo factible que sería financiar este “déficit de protección social”. Mediante una combinación de fuentes de financiación existentes y nuevas, la comunidad internacional podría recaudar 759.600 millones de dólares al año, más del doble de lo que se necesita. Entre las posibles herramientas de financiación que van más allá de la AOD se incluyen los canjes de deuda por protección social (por los que un acreedor acepta cancelar parte de la deuda de un país a cambio de un compromiso vinculante de ese país de reorientar los recursos a la protección social); la emisión de nuevos Derechos Especiales de Giro por el Fondo Monetario Internacional en función de las necesidades y no de las cuotas; reformas fiscales internacionales como el refuerzo del impuesto de sociedades y la introducción de un impuesto sobre el patrimonio; y “gravámenes de solidaridad”, incluidos aquellos sobre los combustibles fósiles y el transporte e impuestos sobre las transacciones financieras.
La solidaridad internacional se enfrenta a amenazas sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial, y las personas en situación de pobreza ya están experimentando las aterradoras consecuencias. La retirada de Trump del multilateralismo ha elevado drásticamente las apuestas en la cumbre de la FpD4 en Sevilla, convirtiéndola de una conferencia de la ONU en una encrucijada histórica. Los líderes mundiales se enfrentarán a una disyuntiva: redoblar la apuesta por un modelo económico fracasado e impulsado por las élites, o comprometerse a reforzar la protección social en los países más pobres del mundo y ofrecer un futuro pacífico, justo y sostenible para todos.
O. DE SCHUTTER, Relator Especial de la ONU sobre extrema pobreza y derechos humanos