Desde su invención a finales de los años 90 y progresiva implementación a principios de los 2000, Bluetooth ha sido la tecnología inalámbrica de transmisión de datos por excelencia en teléfonos móviles, auriculares, televisiones y electrodomésticos. Sin embargo, un grupo de empresas de telefonía chinas, lideradas por Huawei, lleva años implementando un nuevo protocolo que no solo aspira a sustituir a Bluetooth, sino que le aventaja en muchos aspectos.
SparkLink (antes llamado NearLink) presume de ser más rápido, eficiente y seguro que su predecesor, y ya se utiliza en teléfonos móviles, tablets, ordenadores e incluso automóviles fabricados en China: se estiman alrededor de unos 75.000 millones de dispositivos.

Edificio de Huawei en Shenzhen.
Su propuesta se basa en dos modos de funcionamiento diferentes, según las necesidades de la conexión. El protocolo SLE (SparkLink Low Energy) está pensado para dispositivos que no necesitan transferir una gran cantidad de datos: smartwatches, auriculares o electrónica del hogar que no envían mucha información al mismo tiempo. Sería un modo análogo al Bluetooth actual que consume una cantidad de batería menor que los protocolos actuales, pero es más rápida y genera menos latencia.
Por otro lado, para las situaciones en las que se requiere una transferencia más elevada está el SLB (SparkLink Basic), que alcanza velocidades de más de 1’6 GB por segundo: notablemente más rápido que Bluetooth actual, e incluso que el Wi-Fi que usamos habitualmente. Serviría, por ejemplo, para escuchar audio o vídeo de alta fidelidad, para electrónica compleja, como la de los coches, o para sistemas de seguridad que necesitan reaccionar de manera rápida. Además, permite conectar miles de dispositivos simultáneamente.
SparkLink basa su tecnología en un sistema de red en forma de malla. Es decir: los dispositivos conectados pueden, a su vez, conectarse entre sí y amplificar la red. Esto hace que su rango útil sea mucho más amplio (hasta 600 metros, el doble que Bluetooth) y que los distintos nodos puedan apoyar la conexión si uno de ellos falla para evitar inestabilidades. Esto hace que la tecnología tenga especial potencial en hogares inteligentes o en fábricas automatizadas.
Pero todas estas mejoras son, por el momento, sólo un eco lejano para los consumidores en Europa y en España. SparkLink ha sido creado por un conglomerado de empresas entre las que podemos encontrar a gigantes de la tecnología como Lenovo, Oppo, Honor o MediaTek. Pero el principal impulsor de la iniciativa es Huawei, una de las tecnológicas más grandes de su país.

Grupo de personas en la tienda de Huawei en China.
Huawei, además de haber tenido, a mediados de la década de 2010, un papel bastante importante en la producción de telefonía y electrónica de consumo en España, ha sido una empresa frecuentemente criticada por Estados Unidos de filtrar y vender datos e información de usuarios al gobierno chino. A pesar de que EEUU nunca llegó a aportar pruebas de estas posibles filtraciones, muchos especulaban que una empresa de tal calibre y poder no podría triunfar en China sin vínculos explícitos con el Partido Comunista. Las sospechas afloraban a raíz de una ley de la República Popular China que afirma que las grandes empresas del país estarían obligadas a “brindar asistencia con el trabajo relacionado con la seguridad del Estado”.
Estas sospechas hicieron que muchos actores clave en la industria tecnológica, incluyendo Google y Microsoft, vetasen sus productos de los dispositivos Huawei; asimismo, se limitó el acceso a redes 4G y 5G en países como Australia, Nueva Zelanda y Reino Unido.
Como respuesta a estos vetos, Huawei inició varias iniciativas para tratar de crear sistemas operativos y protocolos de transmisión propios que reemplazasen aquellos que habían sido vetados. De todos ellos, SparkLink parece ser el único que ha cogido tracción a día de hoy; en gran parte, por todas estas ventajas que se explican.
La asociación con esta controvertida empresa es, precisamente, el motivo por el cual su implementación en Occidente es complicada. En primer lugar, es posible que China simplemente planee no exportarla para mantener su independencia tecnológica respecto al resto del mundo. Y también será difícil, para las empresas occidentales, confiar sus datos y dispositivos a una tecnológica cuya trayectoria fuera de China siempre ha estado marcada por aquellas polémicas.