La nueva batalla espacial se libra en el entorno digital. Si en el siglo XX el mundo estuvo atento a cómo las principales potencias globales luchaban por conseguir enviar el primer humano a la Luna, ahora estamos expectantes a una nueva batalla tecnológica que puede hacernos llegar a algo que ni imaginamos.
Desde que Sam Altman presentara ChatGPT a finales de 2022, las Big Tech comenzaron a luchar encarecidamente por ser las primeras en lograr la IA general. Esto quiere decir una IA capaz de realizar cualquier tarea cognitiva que un ser humano pueda hacer, con un nivel de rendimiento igual o superior. Es decir, un software capaz de superarnos como especie y hacer que cualquier alternativa se quede a la altura del betún.

Robot chino vs robot estadounidense.
Por supuesto, de momento estamos lejos de llegar a algo así, pero compañías como OpenAI, xAI, Meta o Google luchan encarecidamente desde hace tres años por lograrlo. Sin embargo, es una batalla que no solo tiene que ver con empresas; también, al igual que ocurriera con la carrera espacial, con potencial mundiales.
Más allá de India, un país que puede dar el sorpasso en cualquier momento, está claro que la guerra se decidirá entre Estados Unidos y China. Por más que EEUU parezca llevar la delantera, o al menos así lo veamos en occidente, no hay que dejar de lado a China, un país que ya cuenta con empresas como DeepSeek, Baidu, Alibaba o iFlyTek, que están desarrollando inteligencias artificiales conversacionales que no solo compiten en capacidad, sino que responden a una lógica completamente distinta.

Deepsek.
La IA sí es política
Una guerra ideológica
Mientras ChatGPT se entrena con extractos de Reddit, Wikipedia y manuales de programación, los modelos chinos se nutren de millones de conversaciones en WeChat, literatura clásica y normativas estatales. ¿El resultado? De momento, parecen tener un chatbot igual de brillante, pero que responde con otro acento cultural: es más cauto, más institucional y más globalista. Al igual que el comunismo que vertebra su sociedad, responde más a un “nosotros” que a un “yo”.
El modelo americano prioriza la innovación abierta, la conexión emocional y la irreverencia, como hemos podido ver con los avances de Grok. El modelo chino, por su parte, tira más por la armonía social, la utilidad pública y, sí, una vigilancia estructurada que tampoco busca esconder.
Ahora mismo, en capacidad técnica, el empate es real. Ambos lados han conseguido vertebrar chatbots que escriben poesía, resumen tesis doctorales y aguantan conversaciones de tres horas sin desvariar demasiado. Pero lo interesante no es quién tiene el modelo más potente, sino quién lo pone mejor al servicio de sus intereses. Aquí es donde está la clave de la guerra que viene.
En el fondo, la pregunta no es “¿quién hace el mejor chatbot?”, sino “¿para qué lo quiere?”. ¿Para ayudarte a ser más creativo o para reforzar un marco ideológico? ¿Para democratizar el conocimiento o para modelar la opinión? Lo más probable es que la futura Inteligencia Artificial general acabe llegando a los dos países casi al unísono. O que se alce una mezcla entre ambos. Pero claro, ahora mismo es algo que todo podemos controlar... pero ¿qué pasará si la IA nos supera... pero con una ideología de base que la vertebre por completo?