La hora de Alemania

Newsletter ‘Europa’

El futuro canciller Friedrich Merz puede impulsar un salto adelante de la UE

Horizontal

Conferencia de prensa de Friedrich Merz, el pasado lunes en el cuartel general de la CDU, con la imagen de Konrad Adenauer de fondo 

ODD ANDERSEN / AFP

Toda Europa tiene sus ojos puestos en Berlín. La victoria del democristiano Friedrich Merz en las elecciones del pasado domingo en Alemania ha abierto muchas expectativas –y esperanzas- en un momento extremadamente delicado para la Unión Europea, que se juega su ser o no ser. Frente al desafío que supone el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca y la ruptura de facto de la histórica alianza occidental con Estados Unidos, con el riesgo de un mal desenlace de la guerra de Ucrania y la amenaza de una Rusia militarmente crecida, hacía falta alguien que pusiera fin a meses de interinidad política y tomara el mando de la primera potencia europea. Así se producirá en las próximas semanas. La siguiente pregunta es: ¿será Merz la persona que Europa necesita?

El resultado de las elecciones del 23 de febrero no ha significado un gran triunfo para los conservadores alemanes. Merz tuvo un resultado corto (28,5%), que le obligará a gobernar en coalición, mientras que la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD) experimentó un ascenso histórico, doblando sus votos (hasta el 20,8%) y arrasando especialmente en la Alemania del Este (donde se acercó incluso al 40% en algunos casos, como en el land de Turingia). Momento habrá de volver sobre ello. En todo caso, la debilidad de partida de Merz puede favorecer, paradójicamente, un gobierno más sólido y estable, al empujarle a reeditar la llamada Grosse Koalition (gran coalición) con el Partido Socialdemócrata (SPD) de Olaf Scholz (que cayó al 16,4%)

Merz tiene muchos retos sobre la mesa. La preocupante situación económica del país –que encadena dos años de recesión-, el malestar social por la inmigración extranjera, la polarización política que ha revelado el ascenso de la ultraderecha… Y Europa.

Europeísta convencido, Merz se inscribe en la estela de Kohl y Adenauer

Angela Merkel, que gobernó Alemania durante dieciséis años (2005-2021) y marcó de forma sustancial el rumbo de la Unión Europea, se convirtió en europeísta un poco por la fuerza de los hechos. Nacida bajo el régimen comunista de la antigua RDA, el ideal europeo no estaba en su ADN político. No es el caso del futuro canciller de Alemania. Nacido hace 69 años en Brilon (Renania del Norte-Westfalia), el líder actual de la Unión Cristiana Demócrata (CDU) es un europeísta convencido, que pretende inscribirse en la estela de Hemult Kohl y Konrad Adenauer.

Con Merkel, la UE avanzó con el freno de mano puesto. Con Merz, podría ser muy diferente. Abogado de formación, sin experiencia ninguna de gobierno, hay quien pone en duda su capacidad para ejercer el liderazgo europeo que reivindica. Pero es en los momentos excepcionales cuando las personas se crecen y revelan sus cualidades. ¿Lo hará Merz? Perseverancia no le falta y es consciente del momento.

En su primer discurso tras certificarse su victoria electoral, Merz hizo una declaración de intenciones que muchos consideraron valiente y otros, osada, pero totalmente lúcida: “Mi prioridad absoluta es hacer a Europa independiente de EE.UU.”, dijo, lo que en boca de un reconocido atlantista tiene todavía más fuerza. El futuro canciller abogó por “establecer una capacidad de defensa europea independiente” cuanto más rápido mejor y, en el caso de Ucrania, reivindicó el derecho de Europa a “estar en la mesa principal y defender nuestros intereses frente a Rusia y China, incluido si es necesario oponiéndonos a Estados Unidos”.

Merz tiene en mente plantear una reforma de la Constitución para suprimir controvertido “freno de la deuda” -un dogal que limita el déficit presupuestario estructural al 0,35%-, pero sin esperar a ello ha empezado a explorar la dotación de un fondo especial de defensa por valor de unos 200.000 millones de euros.

Vertical

Emmanuel Macron y Friedrich Merz, el miércoles en el Elíseo 

REDACCIÓN / Otras Fuentes

La construcción de una auténtica Europa de la Defensa es algo por lo que Francia siempre había trabajado, más bien en solitario, así que Berlín y París se encontrarán ahora en la misma onda. La primera salida internacional de Merz, tres días después de su victoria electoral, fue precisamente a París, donde el miércoles por la noche se reunió con el presidente francés, Emmanuel Macron, en el Elíseo. “Muchas gracias, querido Emmanuel Macron, por tu amistad y la confianza que depositas en las relaciones franco-alemanas”, escribió en un post bilingüe en la red social X al filo de la medianoche, con una foto de ambos. Y agregó: “Juntos, nuestros países pueden lograr grandes cosas para Europa”.

Los líderes europeos buscan el modo de aumentar su presupuesto de defensa, y no únicamente para contentar al inquilino de la Casa Blanca. Macron, quien sin embargo tiene un gobierno en minoría, planteó días atrás la posibilidad de aumentar el gasto del 2,1% al 5% del PIB. El primer ministro británico, Keir Starmer –desde fuera de la UE pero cada vez más involucrado en la seguridad colectiva de Europa- ha anunciado una subida inicial al 2,5%... Un camino inevitable pero que tardará años en poder cubrir una eventual retirada del paraguas de EE.UU.

Un informe reciente del think tank bruselense Bruegel llega a la conclusión de que, para sustituir a las fuerzas norteamericanas en el continente, Europa necesitaría aumentar la capacidad de combate en 300.000 soldados, lo que se traduciría en la creación de 50 nuevas brigadas europeas. Una disuasión creíble exigiría, además, un mínimo de 1.400 tanques, 2.000 vehículos de combate de infantería y 700 piezas de artillería adicionales. Todo lo cual implicaría aumentar el gasto en defensa en 250.000 millones de euros anuales. Un volumen que abonaría la idea –planteada por algunos países- de recurrir al endeudamiento europeo, siguiendo el ejemplo de lo hecho con la pandemia de covid.

Lee también

El esfuerzo adicional de Europa en esta materia podría redundar en su propio crecimiento económico: hasta un 1,5% podría aumentar su PIB, según un informe del Instituto de Kiel para la Economía Mundial (Alemania), a condición naturalmente de que se gaste en la industria europea… lo que sin duda exasperaría todavía más al ogro americano, quien esta semana ya ha precisado que los aranceles generales que piensa aplicar a los productos europeos serán del 25% (como a Canadá y México), al grito de que la UE se creó para “fastidiar” a EE.UU.

En cualquier caso, nada de todo esto se consigue en un día y por mucho que se exploren otras iniciativas de apoyo mutuo –como utilizar los arsenales nucleares franceses y británicos como fuerza de disuasión común, estacionando armas atómicas en Alemania, por ejemplo- el apoyo militar de EE.UU. sigue siendo imprescindible.

Macron y Starmer se han sucedido esta semana en Washington -el primero el lunes, el segundo el jueves- para tratar de convencer a Trump de que Europa debe participar en las negociaciones para terminar con la guerra en Ucrania, que un mero alto el fuego solo servirá para alimentar futuras agresiones por parte de Rusia y que cualquier acuerdo de paz –a cuyo sostenimiento podría Europa enviar unos 30.000 soldados- precisa de la garantía de seguridad de EE.UU. La entrevista entre Macron y Trump fue muy cordial –no en vano el francés le invitó personalmente a la reinauguración de la catedral de Notre Dame el pasado diciembre-, pero mientras intercambiaban sonrisas y buenas palabras EE.UU. votaba con Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre Ucrania.

  • Tres años de guerra. Triste tercer aniversario el lunes de la invasión rusa de Ucrania, bajo la amenaza de Donald Trump de cortar toda ayuda militar a Kyiv. La víspera, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, a quien el presidente de EE.UU. ha culpado del inicio de la guerra y ha tildado de dictador, se mostró sin embargo contemporizador, consciente de que sin la perfusión americana su país estaría condenado. En una multitudinaria conferencia de prensa, Zelenski llegó a proponer su retirada política como contrapartida a la entrada de Ucrania en la OTAN, algo que antes –y sobre todo, después- Trump ha descartado absolutamente y que es una línea roja para Moscú.

  • Apoyo europeo y trasatlántico. El lunes, la cúpula de la Unión Europea, con el presidente del Consejo, António Costa, y la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, a la cabeza, se desplazó junto a varios líderes europeos a Kyiv para reafirmar su apoyo a Ucrania frente a la agresión de Rusia. Entre la docena de dirigentes que viajaron a la capital ucraniana se encontraba también el primer ministro canadiense, Justin Trudeau –otro damnificado de la nueva política de Donald Trump-. Von der Leyen anunció un nuevo paquete de ayuda militar por 3.500 millones de euros. Y el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, también presente, comprometió por su parte 1.000 millones más.

  • Minerales y tierras raras. Zelenski se resistió repetidamente a las presiones de Trump para que Ucrania le cediera a EE.UU el 50% de los beneficios de sus recursos mineros, así como acceso preferente las codiciadas tierras raras, pero ha acabado por ceder. Trump lo exigía en pago por la ayuda militar entregada hasta ahora, bajo la amenaza de cortarla de golpe. Al presidente ucraniano no le quedaban muchas salidas. Otra cosa es que el negocio para EE.UU. sea tan portentoso como publicita el “mejor negociador del planeta” (sic). Lo cierto es que Ucrania no tiene tantas tierras raras como se pretende, son de difícil y costosa extracción, y la mitad de sus recursos mineros están hoy bajo control ruso.
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...
OSZAR »