Poco podíamos imaginar que Javier Cercas (Ibahernando, 1962) iba a escribir un libro sobre el Papa. El loco de Dios en el fin del mundo (Random House) recorre los entresijos del Vaticano, donde el autor ha estado investigando y hablando con cardenales, trabajadores, sacerdotes, monjas y todo tipo de gente durante dos años. Cercas acompañó a Francisco, además, en su viaje a Mongolia en el 2023.
Usted estaba tan tranquilo y, como en una película de espías, llega un señor del Vaticano a proponerle que escriba un libro sobre ellos…
Fue Lorenzo Fazzini, responsable de la editorial de la Santa Sede. Este papa ha hecho cosas muy raras, y una de ellas es ofrecerme escribir un libro. ¿A quién se le ocurre?¿Lo hizo con otros escritores, de otros países, en otras lenguas...? ¡Nunca!
¿Usted es el único al que le han abierto todas esas puertas?
El único escritor. Es que es muy raro… Soy ateo, racionalista, impío y anticlerical, lo tengo todo. Lo primero que le dija a Fazzini es: ‘¿Pero ustedes no saben que yo soy un tipo peligroso?’.
¿Y por qué usted?
Esa es la única pregunta que no les he hecho. Lo que sí sé es que ningún escritor en su sano juicio hubiese rechazado la propuesta.
Y encima el mismo Papa le dice: “Escriba lo que quiera”...
Literalmente así. Es un acto de coraje, y ni siquiera me pidieron leer el libro antes de que se publicase. Yo sí pedí que una persona de ellos lo leyera, como fact-checker: Andrea Tornielli, director editorial del dicasterio para la comunicación del Vaticano. Sus comentarios fueron de una precisión matemática y una corrección absolutas. Ni una opinión me tocó. Y las hay muy duras.
Futuro
Y el sucesor será...
Cercas no entra en el tema de la sucesión papal... aunque apunta –con mil condicionales– hacia el filipino Luis Antonio Tagle “como opciíón verosími, aunque es muy joven”. “En el libro no hablo de ello porque Francisco no estaba entonces enfermo, no era el tema. Pero los cambios que ha llevado a cabo este hombre son muy sólidos, una vuelta atrás no va a ser tan fácil.Solo voy a mencionar una cosa: este papa ha nombrado a más cardenales que van a elegir a su sucesor que ningún otro de sus antecesores, los ha elegido porque considera que son los adecuados. La opinión dominante es que viene una ola neoconservadora reaccionaria mundial, y que la Iglesia va a girar hacia ese lado. Pero yo no lo veo nada claro, porque Francisco es un hombre de poder, que tenía una idea muy clara de hacia dónde debía ir la Iglesia y la ha llevado para allá. Con prudencia, la lleva para el lugar correcto. Creo yo”.
Entrevista a todo el ‘estado mayor’ del Vaticano, viaja con el Papa, habla con misioneros… Pero sorprende que no haya pedido una entrevista larga con el Pontífice…
Los papas no concedían entrevistas, eso era algo impensable... hasta que llegó Francisco. Este hombre se ha hartado de dar entrevistas, ¡centenares! ¿Para qué una más? Si ya lo sabemos todo… Yo pido hablar con él, pero de una sola cosa: mi madre quiere saber si, cuando ella muera, volverá a ver a mi padre, si podrán reunirse de nuevo. Eso es lo que a mí me interesa: hacerle esa sola pregunta.
Y se la hace…
Lo increíble es que, en esas 150 entrevistas que ha dado, nadie le haya hecho la pregunta que hay que hacerle: sobre la vida eterna, que es el centro de su Iglesia. Por favor, no haga spoiler de lo que me responde Francisco. Me ha dicho una periodista chilena que esa es la pregunta de un niño, y es verdad: ¿se va a encontrar mi mamá con mi papá? Porque eso es lo que le ha prometido la Iglesia a mi abuela. Quien no cree en la vida eterna, no es católico, punto. Ese es el misterio central del cristianismo y de nuestra civilización, que es cristiana. Todos somos cristianos, lo queramos o no.
La vida le regala un final redondo para el libro...
Trágico pero redondo. Ni queriendo encuentras un final así. Si yo fuese católico, creería que es un milagro.
De hecho, el lector se pregunta, a medida que usted se va inmergiendo en el Vaticano, si le va suceder como a Bob Dylan y, al final del libro, se convertirá.
Es que hablar con tanta gente, y ver todo lo que está haciendo la Iglesia por los pobres en tantos países, te conmueve. Pero la fe no es una cuestión de voluntad. No puedo decir: ‘Es que ahora quiero volver a ser católico’. La fe es una intuición, o un don, como dice el Papa. Eso lo tienes o no lo tienes. Yo la tuve, ya no la tengo. No puedes decir: ‘Mira, ¿sabes qué? voy a ser católico’.
Pero la experiencia le ha transformado.
He vuelto más anticlerical de lo que volví, en el sentido que da Francisco a esta palabra.
Usted osa decir que este papa es anticlerical.
No lo digo yo, lo dice él, todas las veces que puede. A ver si nos aclaramos. Anticlerical en un sentido muy preciso. Él dice que el clericalismo es el cáncer de la Iglesia, esa idea de que el sacerdote o el clero están por encima de los demás.
¿Qué otros defectos ve a la Iglesia?
Hay dos cosas que son letales y las dos las hemos tenido en España, por eso la Iglesia está totalmente desprestigiada aquí. Una, el clericalismo y dos, el constantinismo, que son los dos grandes enemigos de Bergoglio. Constantinismo es la asociación con el poder y sobre todo con poderes tan perversos como el franquismo. Pero la sociedad con el poder por sí misma ya es letal, porque el cristianismo o es subversivo o no es.
El narrador es uno de los personajes más interesantes...
Es el loco sin Dios. Esta es una historia del loco de Dios contada por el loco sin Dios, una versión de mí mismo basada en el loco de Nietzsche, ese personaje que, en La gaya ciencia, sale a la calle con un farol encendido en pleno día, gritando ‘¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado!’. Pero el loco de Nietzsche no está contento, no grita eufórico sino desolado. Porque, si Dios no existe, todo está permitido. Dios es el fundamento de nuestra civilización, era lo que daba sentido a todo.

El papa Francisco conversa con Javier Cercas en un avión hacia Mongolia
Podría usted haber sufrido el síndrome de Estocolmo y, sin embargo, junto a las muchas cosas positivas del personaje o la institución, cuenta que tiene malas pulgas, y aborda temas espinosos como el de los jesuitas torturados o la dictadura argentina.
Es mi obligación. No es un libro autorizado por el Vaticano. Lo primero que intenté es olvidarme de mis prejuicios. Los escritores no somos jueces. Nuestro oficio consiste en entender. Y entender no significa justificar. El mayor esfuerzo que he hecho es ir con los ojos limpios. Yo tenía todos los prejuicios del mundo.
Al principio dice que siempre le han acusado de blanquear algo: a fanáticos, falangistas, asesinos, impostores...
Eso me lo preguntó un amigo: ‘¿No irás ahora a blanquear al Papa y a la Iglesia?’, se dice humorísticamente pero algo hay. Me ha pasado con todos los libros que he escrito, pero blanquear es un verbo tontorrón. Si yo me enfrento a un impostor, no quiero juzgarlo, lo que quiero es entenderlo, lo mismo me pasa con un fascista. Shakespeare no juzga a nadie, intenta entender a auténticas bestias mucho peores que José Bretón, como Ricardo III.
Explica que la pérdida de la fe es lo que le hizo escritor...
Esto yo lo sabía, pero solo fui del todo consciente de ello en el Vaticano, donde lo verbalicé por primera vez en un debate con el cardenal Gianfranco Ravasi. Para mí, la literatura fue un sustituto de la fe.
Porque da sentido a la vida, claro.
A los 14 años, por culpa de Unamuno y de otros como Nietzsche, abandoné la fe católica, empecé a fumar, a beber cerveza, entré en un caos mental del que todavía no he salido, pero acudí a la literatura en busca de las certezas, de las seguridades que había perdido.
No le ha ido mal...
No sé... La fe es un superpoder enorme, te quita el miedo, te insufla fuerza y serenidad. Yo siempre había tenido una envidia enorme de la fe de mi madre. Lo que yo hice fue un error porque la literatura no te ofrece certezas sino más preguntas y más inquietudes. Pero, cuando descubrí eso, ya era demasiado tarde. Me agarré a la literatura como un sucedáneo.
Pero cuenta cómo corre sus 50 minutos diarios y que eso sí le da serenidad...
Correr es una droga. Yo en mi vida he probado todas las drogas.
¿Todas?
Todas, sin excepción. En el libro las enumero. Ahora, la que me funciona es la de correr. Esto lo dijo Baudelaire hace mucho tiempo: hay que embriagarse, de vino, de poesía, de lo que sea.
Este libro va de eso, en el fondo, de cómo tapar la angustia, de luchar contra eso.
Si no corro un día, estoy insoportable. Si no corro dos días, me pongo peligroso. Si no corro tres días, me entran ganas de invadir Ucrania.
Sobre Ucrania le da un buen palo al Papa, justamente...
Porque a veces el Papa dice cosas con las que el loco sin Dios está en desacuerdo. Para mí, es una invasión con un agresor y un agredido.
Está escrito de una manera en que, aunque usted sea ateo, puede haber lectores a los que les reafirme en su fe u otros que se acerquen a ella.
Yo intento ser respetuoso. Yo no voy a ir al Vaticano a reñirles pero sí señalo incoherencias que detecto. Dependiendo del tipo de lector, uno encontrará un refuerzo de su fe y otro totalmente lo contrario.
Creo que Francisco se planteó muy seriamente acabar con el celibato, pero se dio cuenta de que la Iglesia no estaba preparada para eso"
Es una especie de ‘todos los hombres de Francisco’ porque los va entrevistando uno a uno...
Sí, eso es lo que yo quería. Un ensayo poliédrico sobre lo que hoy es la Iglesia y una biografía poliédrica. Aquí habla todo el mundo.
El sucesor de Torquemada, incluso.
El cardenal argentino Tucho Fernández, prefecto del dicasterio para la Doctrina de la Fe, un tipo simpático, que me cae muy bien. Hablando con él, con amigos del Papa, cardenales como el gran poeta portugués Tolentino, prefecto del dicasterio de cultura y educación... lo primero que encuentras es que todos los clichés sobre el Vaticano son falsos, todo eso de misas negras, sacrificios humanos, el Código da Vinci... Vas a comer con ellos y aquello parece el restaurante de los maristas. Sí, claro, vale, tienen la Capilla Sixtina, pero son gente totalmente normal.
También dice que el Papa reivindica la ironía...
Y el humor. Los locos dan risa. Y es sorprendente que el Papa entienda tan bien el humor, eso rompió mis expectativas. Yo creía, con Cioran, que toda religión era una cruzada contra el humor. Y resulta que no, que a Juan XXIII le preguntan: ‘¿Cuánta gente trabaja en el Vaticano?’ y el Papa contesta ‘más o menos la mitad’. El mayor humorista que hemos tenido en los dos últimos siglos, Chesterton, era católico a machamartillo.
Hay frases llamativas que uno subraya: eso de que sería relativamente fácil abolir el celibato...
Eso es muy sorprendente, pero ya existen curas casados porque, por ejemplo, en el rito ortodoxo está permitido salvo que seas diácono u obispo y, si uno de ellos se convierte al catolicismo, el matrimonio se mantiene porque es un sacramento. Acabar con el celibato de los sacerdotes no es que sea fácil, es que es más sencillo que en el caso de las órdenes monásticas, donde es un voto. Mi conclusión, tras hablar con mucha gente durante mucho tiempo, es que Francisco se lo planteó muy seriamente, hubiera querido ir mucho más allá en muchas cosas. Pero se dio cuenta de que la Iglesia, que es una cosa muy compleja y que está en todo el mundo, no estaba preparada para eso, que se arriesgaba a problemas gravísimos. La Iglesia es teóricamente vertical, porque el Papa tiene todo el poder, pero no es tan vertical, porque el Papa escucha mucho.
Usted habla incluso de democracia...
Esto es un hecho, la sinodalidad, algunos consideran que es la palabra esencial del papado. Hay gente en el Vaticano que se tira de los pelos cuando lo digo, pero es una forma de democracia que se remonta a los primeros cristianos, a los apóstoles. Significa que el pueblo de Dios interviene en el Gobierno de la Iglesia. Cuando el Papa entiende que la gente no está a favor de determinadas cosas, y esto se hace público en los sínodos, pues no lo hace.

Javier Cercas, esta mañana, en Madrid, ante una portada gigante de su nuevo libro
Hay como unos estribillos, que son característicos de su estilo.
Totalmente, mis libros funcionan así, no sé de dónde viene, creo que de la música, del rock o de Bach. Aquí está aquello de ‘Argentino pero modesto’, que es un titular real sobre Francisco que apareció en la prensa y que me parece el mejor titular de la historia.
Objetivo
"Yo solo quería que el Papa le dijera a mi madre si un día volvería a encontrarse con mi padre”
¿Le hizo gracia al Papa cuando usted se lo contó?
¿Gracia? ¡Se cayó de la risa!
Otro estribillo es que el Papa se define como un gran pecador.
En todos sus discursos religiosos, sin excepción, al final acaba pidiendo que recen por él. Debería ser al contrario ¿no? Nos está diciendo: yo soy un tipo normal y corriente, esto que me habéis encargado es muy grande, no puedo con todo. Y, además, tengo muchos defectos, soy un gran pecador, literalmente.
Critica mucho que, tras el atentado a la revista Charlie Hebdo, el Papa dijera que, si se meten con tu madre, tú puedes esperar un puñetazo...
Porque ahí sale la intransigencia histórica de la Iglesia, la tendencia al autoritarismo y el dogmatismo. Y él la tiene. Esa frase tras un acto terrorista... Lo que pasa es que este hombre pide disculpas. Eso es una cosa muy importante, se disculpó. Y con la mujer a la que dio un manotazo en un acto público también se disculpó.
¿Qué nos dice eso?
Que este hombre es consciente de que tiene un carácter muy fuerte, que puede llegar a ser soberbio o temible. He tenido acceso a gente que lo tuvo como profesor y era un personaje complejo. Lo que pasa es que el tipo ha luchado contra sí mismo, a muerte, porque sabía de sus problemas.
Se ocupa con detalle de la acción de la Iglesia por los pobres, cuando la retrata como la principal ONG del mundo, que llega a lugares donde no llega nadie más.
Es que es un hecho. No hay una ONG con esa capacidad en el mundo. Es brutal. Y la entrega total de su gente. Esos tipos tienen un superpoder, una enorme energía proveniente de su fe. Como me dijo un médico de una ONG: ‘Los misioneros son los primeros que llegan y los últimos que se van, si es que se van’. La idea que tiene Francisco de la Iglesia es misionera. Y yo tengo que decir que nunca había hablado con esta gente y que es imposible no sentir admiración por ellos.
Hay una parte muy escalofriante: cuando habla de los curas que rezan por la muerte del Papa. ¿Es así?
Lo sé de la mejor fuente. En España también los ha habido, se supo y fueron sancionados. Lo hacen con las mejores intenciones, porque ellos creen que es malo para la Iglesia tener a este papa. Una parte de la jerarquía española ha sido muy contraria a Francisco, de quien dicen que hace más caso a los que no son católicos que a los católicos. Y no es verdad, pero tienen razón en que este Papa va a las fronteras de la Iglesia, más allá de la Iglesia. Esa es su visión.
¿Por qué un libro sobre el Papa ha de ser un libro escandaloso, como dice usted?
Para empezar, porque este es un libro gamberro. Pero, sobre todo, porque el cristianismo es un escándalo, ¡pero un escándalo monumental! ¿Qué coño es esto de la resurrección de la carne? El problema de la Iglesia es que se ha acomodado, se ha pegado al poder. Pero el cristianismo o es subversivo o no es, porque nació así y, si no sigue así, está muerto. Por eso está medio muerto, porque ya no lo es. Este Jesucristo dijo que todos los hombres son iguales en el momento en que el mundo estaba dominado por la esclavitud. Lo crucificaron porque era muy peligroso. Yo no he venido a traer paz, sino espada, dijo. Pero, sobre todo, perdona. ¿Qué coño? Esto es la revolución.
La rebelión...
¡La rebelión total! Contra lo que nadie se ha rebelado, que es la muerte. O sea, que mi madre, que yo creía que era una persona tan sumisa y tan obediente, pues resulta que era una bestia que acaba diciendo: ‘Yo no me muero, no me sale de las narices’. Y lo que dice el cristianismo es eso: no, no nos vamos a morir. Si esto no es escandaloso, ¿qué es escandaloso?
A lo mejor descubre usted que su madre era más rebelde que usted.
¡Pero sin la menor duda! Yo era idiota, me creía que era el rebelde. Yo soy una filfa comparado con mi madre, que decía que no se iba a morir.

El papa Francisco sale del hospital Gemelli de Roma a bordo de un Fiat 500 (Marco Ravagli / Ap-LaPresse)
El padre Ernesto le dice que Jesús era un fracasado.
Es que es un hecho. Por eso acabó crucificado. Vaya inútil, ¿no? Pero si los discípulos salieron corriendo todos... Lo suyo fue un fracaso total, un desastre absoluto. Pero mírenos, 2000 años después, aquí seguimos. Algo así le pasa a Bergoglio, que si no hubiese llegado al fondo del fondo del fondo de sí mismo, o sea, a la derrota total, no sería hoy el Papa. Era un hombre muy ambicioso, que fue derrotado y esa derrota fue su victoria. Con más de 50 años, ese hombre estaba hundido, muerto. Se acabó su carrera, todo, hasta tuvo que ir al psicoanalista.
El libro es un elogio de la locura.
Es que yo siempre he sido un loco reprimido, y aquí me he desmadrado porque he adoptado la voz de un loco. Lo dice el Papa: los cristianos tenemos que estar un poco locos.La cordura es un coñazo, vamos a decir la verdad.
Yo nunca me voy a encontrar con el Papa, seguramente, pero lo que le preguntaría es qué le ha parecido el libro de Cercas.
Yo espero fervientemente que el Papa no lea este libro. Entre otras razones, porque tiene mucho trabajo, poco tiempo y pocas fuerzas. Yo no leería un libro sobre mí. Francisco, a sus 88 años, tiene mucho que hacer. Ahora, si lo lee, como mínimo, espero que no me excomulgue.