Un dato muy conocido para jueces, fiscales y policías sorprenderá todavía hoy a muchos lectores: cada día se denuncia en Catalunya al menos una agresión sexual o un intento de agresión sexual. Una cada día, como mínimo. El hecho resulta llamativo porque esos mismos especialistas consideran que los casos que se denuncian son la punta del iceberg. Numerosos registros reflejan esta realidad que muchos no quieren ver.
Las memorias de la Fiscalía y del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya dejan constancia de la asiduidad de los delitos contra la libertad sexual. Instituciones como el hospital Clínic de Barcelona reconocen haber vivido periodos de diez o más meses con una media de casi dos víctimas al día. La infinita mayoría de las afectadas son mujeres y niñas, pero también hay varones, adultos y menores.

Beatriz Uriarte, abogad del caso de Castelldefels
El 2024, el año Pelicot , ha estado marcado por una iniciativa muy novedosa y de la que no se conocen muchos precedentes: la Fiscalía del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya ha pedido que se juzgue a una banda de violadores, que actuaba en manada , “como integrantes de un grupo criminal para la comisión de delitos contra la indemnidad sexual”. Son los cinco miembros de la denominada manada de Castelldefels.
La vista oral se debería celebrar a lo largo del 2025. Los acusados afrontan una petición fiscal de condena que suma casi dos siglos de cárcel. Llevan en prisión a la espera de juicio desde el 21 de diciembre del 2022. Diez días después Dani Alves cometió la violación por la que acabó siendo hallado culpable. La justicia es igual para todos. O debería serlo, pero el exfutbolista ya ha sido juzgado, condenado y puesto en libertad.
Alves recibió una condena de cuatro años de cárcel, pero apenas estuvo entre rejas 14 meses. Solo cinco días le costó reunir el millón de euros que se le impuso como fianza en concepto de responsabilidad civil para dejarle en libertad provisional, situación de la que seguirá disfrutando. Sobre Alves y los cinco detenidos de Castelldefels corrieron ríos de tinta porque los villanos suelen tener más eco mediático que los héroes.
Un resumen del año es una ocasión ideal para equilibrar la balanza y recordar que hay exfutbolistas como Alves. Y como Juan Carlos Unzué, una de las personas que más ha hecho por visibilizar la ELA y por la aprobación de una ley que por fin garantizará los cuidados de los afectados. Unzué despertó conciencias en el Congreso cuando recordó: “Si algo no tenemos los enfermos es tiempo”.
Otro exjugador que ha dado una gran lección es Zuhaitz Gurrutxaga, integrante de la plantilla de la Real Sociedad que casi gana la liga de la temporada 2002-2003. Gurru abandonó el fútbol por la presión y los miedos. Ha roto tabúes y ha reflejado sus problemas de salud mental en el libro Subcampeón. La Liga ha regalado un ejemplar de la obra a todos los futbolistas de Primera y Segunda.
Que la palabra escrita es sanadora también lo sabe muy bien una jueza de civil y mercantil de Barcelona, Isabel Giménez. Cuando trata casos de familia, incluye en sus sentencias cartas con delicadeza y sensibilidad para los menores que se ven afectados por sus resoluciones. Juristas y asociaciones que luchan contra la violencia vicaria aplauden su actuación, que permite algo que debería ser habitual: humanizar la justicia.
La Administración también debería ser humana, aunque a veces parece que no tiene corazón, como reflejó el reportaje del matrimonio que acogió a un bebé de once días tutelado para un periodo máximo de seis meses, que acabaron siendo tres años. La pareja se encariñó con el niño, pero cuando la Generalitat decidió darlo en adopción estuvo a punto de entregárselo a otros padres. El revuelo mediático lo impidió.
Quien sí tiene corazón es el filósofo y teólogo Francesc Torralba. Decía Borges que los lectores de periódicos buscan temas intrascendentes para comentar durante el café de la tarde. No es el caso de este hombre. La última fase de quien pierde a un ser querido, explica, no es la aceptación, sino la gratitud. Él dijo adiós a un hijo de 26 años y se siente afortunado de haberlo tenido y de los 26 años de vida en común que le regaló.

Francesc Torralba
Una gratitud inmensa es lo que siente una exfiscal de Afganistán, cuyo nombre no daremos por seguridad. Tras la llegada al poder de los talibanes, huyó a Pakistán, donde vivió escondida tres años y con la espada de Damocles de la deportación, aunque en su país está amenazada de muerte. Un grupo de estudiantes de Derecho de la Universitat Pompeu Fabra logró desencallar su caso y que España le concediera el visado.
“¿Mi piel me impide recibir el mismo trato que otros solicitantes de asilo?”, se preguntó un sudanés que pidió hace un año y medio protección internacional en la embajada española en Rabat. El Gobierno tardó tres meses en ejecutar la orden de la Audiencia Nacional que autorizaba su traslado a España. La Vanguardia siguió la odisea de Basir, que contó con la ayuda altruista del bufete DEMOS (Estudio Legal de Derechos Humanos). Es difícil que los abogados de causas perdidas salgan en las portadas de los periódicos. Pero de ellos y de todos los héroes de los que hemos hablado en los últimos doce meses se podría decir lo mismo que dice el Talmud: “Quien salva una vida salva al mundo entero”.