Lorenzo Quinn envía su abrazo gigante al Moco

Artes

Las manos de ‘Support’, concebidas originalmente para la Bienal de Venecia de 2017, entran en el museo barcelonés

Originalmente concebida para la Bienal de Venecia en 2017, Support llega al Moco Museum Barcelona para codearse con los mejores

Con Support, Quinn se codea en el Moco Barcelona, con Warhol, Haring, Banksy y Yayoi Kusama

MMB

Llegó hace treinta años a Barcelona con la firme intención de quitarse la etiqueta de encima. Hacer su propio camino. Pero ser uno de los trece hijos de Anthony Quinn, el famoso protagonista de Las sandalias del pescador o El León del desierto más que ayudarle le complicó las cosas. Todos esperaban que a pesar de su graduación en la Academia Americana de Bellas Artes de Nueva York y de su devoción por Miguel Ángel, Bernini y Rodin, Lorenzo Quinn, seguiría los pasos de su famosísimo padre. Y que aprovecharía apellido y planta para perseguir el éxito en Hollywood. Que quizá algún día también recogería su propio Oscar.

Lorenzo Queen, trabajando en una de sus manos gigantes

Lorenzo Queen, trabajando en una de sus manos gigantes

 

Puede que precisamente esa presión fuera la causa por la que decidió hacer justo lo contrario. Si su padre abandonó la escultura y se entregó al cine, él se alejó de las cámaras para consagrarse a una obsesión. Esculpir manos y hacerlo de forma figurativa, huyendo también así de la alargada sombra de Anthony Quinn y de las intenciones surrealistas de su desconocida obra. Al comienzo, las manos de Lorenzo Quinn (que en su breve carrera como actor se puso en la piel de su padre en Stradivari e hizo una aclamada interpretación de Salvador Dalí) eran de pequeño formato pero han crecido. Con el tiempo han adoptado todos los tamaños y espacios. Y hasta se han agigantado. Muchas, la mayoría, son monumentales y han transitado los lugares más diveros del mundo.

Simboliza el poder humano de construir y destruir y los desafíos del cambio climático

Dos de las más sobredimensionadas, de las más aclamadas, las Support que en 2017 sorprendieron emergiendo del agua durante la Bienal de Venecia (para viralizarse inmediatamente en las redes) han aterrizado ahora con toda su fuerza simbólica a las paredes del Moco Museum Barcelona. Son esas enormes manos de tres metros con las que Lorenzo Quinn, que quiere quitarse ya de encima la etiqueta de personaje de revista del corazón y más el interés que despierta su vida personal y la reciente separación de la madre de sus cuatro hijos, para que se centren en él, el escultor, habla de “los retos globales más amplios a los que se enfrentan las ciudades costeras afectadas por el cambio climático”.

La exposición que llega a Barcelona con el respaldo de la fundación Blue Wave Alliance para reforzar su enfoque en la sostenibilidad, aterriza en un momento crucial, tras las recientes inundaciones que han afectado profundamente a España, y sirve, explica el artista, “como un recordatorio conmovedor de la importancia de la responsabilidad colectiva en la protección de nuestro planeta”.

La exhibición cuenta con el respaldo de la fundación Blue Wave Alliance

Es la forma con que su obra se codea por fin con los grandes (en el Moco, fundado en 2016 en Ámsterdam por Kim y Lionel Logchies y con sedes en Londres y Barcelona, convive con piezas de Andy Warhol, Keith Haring, Banksy y Yayoi Kusama). Y es, sobre todo un paso más, quizá crucial, en su obsesión de que todos se olviden de lo que podía haber sido de él en Hollywood y se centren de lo que es capaz con sus manos que ya figuran en muchas colecciones privadas de todo el mundo, incluida la del hotel Estela de Sitges (le llaman el hotel de las artes, donde se atesoran las mejores piezas de Subirachs), e incluso en la sede de las Naciones Unidas donde triunfó con el encargo titulado El Árbol de la Vida que fue emitido por la organización como sello en 1993. Y hasta en el Vaticano, que le encargó la escultura de San Antonio para la Basílica del Santo de Padua, en conmemoración del 800 aniversario del nacimiento del santo, que fue bendecida por el Papa en la plaza de San Pedro de Roma, ante una multitud de 35.000 personas.

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