¿Alfiles o caballos? Esto suelen preguntar a todos sus invitados en el cuestionario Blitz del mejor podcast de ajedrez en España: Jaquea2 , del maestro Manuel Azuaga y Roberto López Fernández, promovido por el diario Sur y disponible en múltiples plataformas. El caballo en el juego-ciencia tiene un valor de tres puntos al igual que el alfil. Y la elección depende en gran medida de la estructura de peones y la posición que uno tiene, incluso del color de las casillas y la ubicación de las piezas de tu oponente. Pero, como regla general, un alfil vale ligeramente más que un caballo.
Vayamos desde estas bases a la política española: de celebrarse elecciones hoy mismo, las derechas obtendrían el mismo número de votos que en el 2023, tan solo unos pocos votos más que en el 2016 y casi 900.000 votos menos que en el 2011. En cambio, las izquierdas estarían por debajo de su resultado del 2023 o del 2016. De hecho, las izquierdas en su conjunto no ganaron en votos a las derechas en las elecciones del 2019, aunque el PSOE sí que venció y Pedro Sánchez fue investido, como también lo fue en el 2023 pese a que quedó en segundo lugar. Viene bien recordarlo, porque las derechas, desde la segunda victoria de Zapatero, les sacan a las izquierdas tan solo un caballo de ventaja, con la excepción del 2011, que fueron caballos y alfiles por la desmovilización del electorado más joven de la izquierda tras los decretos de mayo del 2010 y la modificación del artículo 135 –del que hoy reniega Alemania– un año después. Sin embargo, aquí viene la tesis, ese caballo de más no les sirve a las derechas para gobernar.
Hay empate entre bloques, a pesar del contencioso de Sumar y Podemos. Imagínense si se arreglan
En estrategia sería inteligente preguntarse por ello si la derecha no hubiera ganado las elecciones del 2004 y el 2008 de no haber atrapado el PSOE tanto voto plurinacional, lo que nos remite a la verdadera derivada. La derecha(s) tiene más dificultades que la izquierda(s) para canalizar el torrente España. Ni con una única candidatura, cuando el apogeo del bipartidismo en el 2004, ni con dos candidaturas, año 2023, ni con tres como en la actualidad o en el 2019, logran sacar mucho más que un caballo de más. Y a partir de aquí las partidas hay que jugarlas.
¿La razón? Los votantes plurinacionales, periféricos, nacionalistas e independentistas son los que las decantan en base a quien garantiza mejor la convivencia. En el 2004 y el 2008, estos votantes le dieron las victorias por dentro a Zapatero, mientras que con la moción de censura del 2018 le dieron la primera investidura por fuera a Sánchez. En las generales del 2027 sucederá lo mismo, porque la España del 2027 será más parecida a las del 2025 que a la de 1978. Y volverá a decidirse en dos vueltas: por dentro o por fuera .

Feijóo interviene mientras Sánchez le escucha en el Congreso
Esta es la España que los ciudadanos quieren, tan tozuda como compleja, siempre fascinante: un gran pueblo. Por eso, quien hoy trabaja para una nueva GroKo tácita está pisando de lleno el charco de la melancolía, porque no es alternativa y los microdatos del CIS así nos lo dicen mes sí, mes también. Ni habrá candidatura única de la derecha, ni el PSOE regresará a su quinquenio negro para ser muleta de nadie ni los plurinacionales dejarán de tener su espacio de decisión.
Hay empate entre bloques, a pesar del contencioso entre Sumar y Podemos. Imagínense si se arreglan. Empate entre el bloque de las tres derechas y el de la mayoría plurinacional, transversal y periférica en la que se ubican las izquierdas. Viene bien no perder esta disposición del tablero. El Gobierno y el conjunto de la izquierda deberá ser audaz en busca del desempate. Y aquí es conveniente una aclaración ante tanto sobresalto y supuesto desconcierto: hay quien ahora ve el aumento del presupuesto del 2% del PIB en defensa como la nueva caída de Roma, como antes ya lo fuera la reforma laboral o alguno de los tantos decretos que, in extremis, se aprueban en el Congreso. Son los mismos que piensan que las cuitas se llevarán por delante al contrario. Más allá del entertai nment y del despiste que generan en el Madrid DF, las cuitas no ayudan a desempatar, al contrario. Traer el futuro al presente sí contribuye al desempate como si fuera un alfil. La diagonal será autoritarismo versus democracia. Y aquí, como decía el campeón del mundo de ajedrez Mijaíl Botvínnik, conviene recordar que la amenaza de una derrota es más terrible que la derrota misma. La percepción siempre es realidad en política. Quien no se sitúe del lado de los demócratas tendrá un caballo de más, pero perdedor.
Next week
Aliança Catalana, como Le Pen
Hace mucho tiempo que explicamos lo que sucedería con Aliança Catalana (AC). El OPNI (objeto político no identificado) ha venido para quedarse. Si Vox promedió entre el 12%-15% para las generales, según el CEO, y para las catalanas está en el 8%, pues su antagónico, en lo nacional, AC, se dispara al 6% e irá a mucho más. Entre los dos en Catalunya deberán sumar como mínimo el 15% que ahora no tiene Vox en España. Con una diferencia: AC es más Le Pen y Vox los peones de Trump. La derecha autoritaria, sin ambages, se adapta a los territorios con naturalidad.
El ojo de halcón
Sumar y Podemos
Ahora es la burbuja de la defensa como hace unas semanas eran otras. El debate es siempre liviano, mientras el Madrid DF vive en la calle del Turco. Y Sumar en el espectro del pasado. Este fin de semana, su congreso celebrado en Rivas-Vaciamadrid aprobó buscar de nuevo la alianza electoral con Podemos ofreciéndole “autonomía” y “primarias”. Lo explicamos tantas veces antes y después de Magariños 2023 en estas páginas que nos duelen los dedos. Bien está, en cualquier caso, reconocer las cualidades del “motor Podemos”, aunque muy tarde.