El “racismo” de Podemos

Opinión

La semana pasada, Fernando Grande-Marlaska estuvo desaparecido en combate, por cuestiones de salud. Que se recupere rápido y bien, pero no es la primera vez que un ministro del PSOE tiene una afección en estos últimos meses que le invisibiliza en el momento oportuno. En este caso, fue idóneo para un Podemos que, con el pacto PSOE-Junts sobre inmigración, aprovechó para desplegar su argumentario más demagógico e histriónico contra los de Carles Puigdemont (y más allá).

Y es que, con esta maniobra, básicamente los de Belarra e Iglesias levantaban el dedo y se reivindicaban en la arena política, haciendo como que nunca han gobernado ni han sustentado a unos socialistas que, con Marlaska al frente de Interior, han practicado políticas que los morados se han tragado, pero que, de practicarlas un gobierno de Catalunya, está claro, habrían dicho que son “racistas”, porque, de entrada, ante la simple hipótesis de que el Govern asuma competencias en la materia, ya recurren a este estigma. Y han ido, así, más lejos que un José María Aznar que ha tirado de la clásica ruptura de España, para oponerse a ello.

No es la primera vez que el PP e Iglesias coinciden, contra Catalunya

El discurso de Podemos, por tanto, suena a maniobra torpe y desesperada. Y también a doble discurso. Y a hipocresía. Pero, sobre todo, a oportunismo y a anticatalanismo de manual, de ese cómplice que ya desplegaron podemistas y comunes ante la campaña de las cloacas del Estado contra Xavier Trias, que tan bien le fue a Ada Colau para acceder a la alcaldía de Barcelona. Era grave, aquello, y ya hizo que el PP e Iglesias coincidieran en el ataque. Es grave, lo de ahora, pero con más delito, en su caso, por la irresponsabilidad de jugar a banalizar el concepto del “racismo”, colgándolo alegremente sobre una formación política entera y, también, sobre todo un país, porque es preciso recordar que las nuevas competencias en inmigración las ejercerían gobiernos del color político que fuera, empezando por el actual, del PSC. Pero, aquí, a Podemos los matices les sobran. No como cuando formaban parte del gobierno de España.

El ex secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, durante la mesa redonda '¿Es el fin de la democracia liberal?' en la clausura de la Universidad de Otoño de Podemos, en el Círculo de Bellas Artes, a 20 de octubre de 2024, en Madrid (España). El aniversario del recrudecimiento de la masacre palestina a manos de Israel es uno de los ejes centrales en estas jornadas, celebradas ayer, 19 de octubre, y hoy, además de la paz, el régimen de guerra y la geopolítica.

El ex secretario general de Podemos y exvicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias

Fernando Sánchez/Europa Press

Basta con apuntar que la valla de Melilla, reforzada, seguía donde estaba y con las mismas cuchillas que provocaron lesiones tan graves a tantas personas que la intentaron saltar, mientras Podemos estaba en el gobierno, tragándoselo. Esto sin olvidar que todavía quedan muchas preguntas sin respuesta sobre la muerte de decenas de inmigrantes el 24 de junio de 2022 en la valla de Melilla, con Marlaska justificando la actuación marroquí en todo aquello, y con compañeros ministros de Podemos.

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Todo con los morados formando parte de un gobierno que, se entiende, no consideraba racista. ¿Pensaban así, porque el gobierno era español y no catalán? ¿O porque estas políticas se ejercían desde la “izquierda” y no desde otras manos, sospechosas habituales? ¿O simplemente se lo tragaban porque ellos estaban en el gobierno? La respuesta positiva a una o a todas estas preguntas no dejaría en muy buen lugar a los de Belarra, pero explicaría por qué hoy en día están donde están y con los pocos diputados que les quedan.

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