El Papa y el circo

Ante el féretro del Papa, emergiendo de entre las casullas blancas y púrpuras de los ministros de la Iglesia, una mujer pequeña se detuvo, recogida y ajena al vaivén de faldones. Permaneció inmóvil largos minutos, con su mochila verde a la espalda. Lloraba rezando, o rezaba llorando, en la pomposa basílica donde se escenificaba la solemnidad del luto. Era Geneviève Jeanningros, una vieja amiga del Papa que vive en una caravana con hornillo y Biblia junto al parque de atracciones de Ostia. 

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Sor Geneviève rezado ante el féretro del Papa 

Alessandro di Meo / POOL / AFP)

Los medios enseguida informaron de esa curiosa relación, tan propia de Bergoglio: sor Geneviève predica el evangelio a la gente del circo y a prostitutas y transexuales. Cada miércoles peregrinaba a San Pedro para escuchar sus homilías, con sus protegidos. “Mi enfant terrible”, la llamaba Francisco, que la visitó en dos ocasiones, recordando entre aquellos desheredados que no se necesita carnet alguno para hablar con Dios.

¿Acaso Bergoglio tenía una varita mágica para despatriarcalizar a Dios en doce años?

Del Papa se ha escrito mucho estos días. Y me han sorprendido ciertas opiniones irritadas, no tanto de esos catolicones para quienes Francisco encarnó a Satanás, sino las de algunos opinadores progres convertidos en improvisados vaticanistas que han sacado su mordiente, reprochando al Papa que no renovara los dogmas de una antiquísima institución conservadora y misógina, que, paradójicamente, se sustenta en una figura histórica tan revolucionaria y antisistema como la de Jesucristo.

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Sí, la fe mueve montañas, pero ¿acaso Bergoglio tenía una varita mágica para despatriarcalizar a Dios en doce años? Bien puso los evangelios en el centro y devolvió a la Iglesia su auténtico compromiso social. Fue un reformista que se hizo escuchar, sin romper nada, pero renovando por completo el mensaje. Promovió la humildad y la compasión en lugar de la pompa y el boato. A aquellos que habíamos “perdido la afición”, como bien glosó en estas páginas Jordi Basté, nos impactó su espiritualidad y coraje. ¿Quién si no él gritó contra la crueldad de un mundo devorado por estúpidas ambiciones que arrebatan la dignidad de lo humano?

Su voz se alzó contra el capitalismo voraz que esquina a los más vulnerables. Hoy acompañarán su ataúd. Los nómadas circenses de sor Geneviève, los presos a quienes lavó los pies, los refugiados por los que rogó en su última Pascua. “Por los que están en las fronteras y sienten que su viaje ha terminado. ¡Que venga tu Reino!”.

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