Suelo pensar que las palabras son capaces de derrotar al tiempo, y cuando me sumerjo en grandes historias, siempre termino pensando que en ellas está la ansiada fórmula que contiene la inmortalidad. Esta semana ha fallecido Mario Vargas Llosa a los 89 años y, a pesar de su senectud, el mundo se ha colapsado entre la realidad y la creencia colectiva de una pluma eterna como la suya.

Vargas Llosa y todas sus novelas lograron edificar una memoria que, como los grandes Faulkner, Flaubert, Austen… resuena más allá del cuerpo, del ser humano. En el año 2010 recibió el reconocimiento más alto: el premio Nobel de Literatura. Allí supimos que para él la literatura es fuego, otra forma distinta de lograr resistir al paso del tiempo: “Escribir es protestar, aunque sea de manera solapada. La literatura es fuego”.
Las sombras de Vargas Llosa desaparecerán, su literatura permanecerá
En la Ilíada, los griegos sabían dónde estaba la llama de la inmortalidad. “La vida es breve, el arte es eterno”. Esa majestuosidad infinita, plagada de misterio y deseo, sigue siendo la piedra filosofal que solo unos pocos logran descubrir con su arte, con su talento excepcional, que traspasa lo terrenal y asciende a la luz eterna.
“La literatura alimenta la vida interior y la enriquece con sueños, deseos y pasiones”. Vargas Llosa sabía que las palabras resisten mejor que las estatuas, que son valedoras de la defensa de una memoria imborrable que se construye con ese talento que se multiplica en libros.
Ha dejado de importar todo aquello que también construyó como humano: sus ambiciones políticas frustradas o una historia de amor mediática en los últimos años de su vida con Isabel Preysler. Incluso su posible soberbia o elitismo, tan criticado en los últimos años, están condenados al olvido. Porque lo que perdura –como un hilo de fuego que atraviesa el tiempo– es la obra. El arte de narrar al mundo para hacerlo más libre y más soportable. La literatura es un andamio de esperanza, es la luz al final del túnel, es un recuerdo perenne de lo que podemos ser y quizás ya no somos porque caímos en el olvido.
Las sombras de Vargas Llosa desaparecerán tras las tormentas de críticas a su persona. La literatura permanecerá porque es mucho más fuerte que las fragilidades del hombre. Es tiempo de leerlo. Es tiempo de comenzar a hacerlo eterno.