Pedro Sánchez compareció ayer en el Congreso de los Diputados, reunido en sesión plenaria, para informar sobre el nuevo escenario geopolítico de la Unión Europea (UE), que prepara su rearme ante las amenazas de la Federación Rusa y el menguante compromiso de Estados Unidos (desde que los preside Donald Trump) con la defensa del Viejo Continente.
La comparecencia del presidente del Gobierno español era obligada, dado el momento álgido del debate armamentista en la UE y la necesidad de configurar una respuesta comunitaria, con el mayor respaldo posible de los respectivos parlamentos nacionales. Sánchez acudió a la cámara para exponer su estrategia –que pasa por aumentar el gasto en defensa hasta el 2% del PIB, promoviendo el desarrollo tecnológico e industrial, sin incurrir en recortes sociales– y tratar de embarcar en ella a las otras fuerzas. Sin embargo, su intervención estuvo marcada por la inconcreción.
La respuesta que obtuvo no fue la anhelada: estuvo más marcada por el deseo de cada uno de los grupos parlamentarios de exhibir perfil propio que por la consciencia de que la amenaza existe y debe ser encarada sin perder tiempo.
El PP admite la necesidad de un pacto, pero rechaza ser “socio auxiliar” del Gobierno
Como volvió a percibirse la semana pasada en Bruselas, durante el Consejo Europeo allí celebrado, en la UE hay ahora coincidencia entre conservadores y socialdemócratas sobre la conveniencia de invertir más en seguridad y defensa. También se vio que en la UE conviven ahora, al menos, dos sensibilidades. Por un lado, la de los países bálticos, nórdicos o del Este, buena parte de los cuales comparten frontera con la Federación Rusa, y que ahora presionan para acelerar el plan de refuerzo militar europeo. Por otro lado, los países del sur –Francia, España, Italia, Grecia…–, cuyos gobernantes estiman prioritario actualmente afinar el relato para convencer a sus electorados sobre la pertinencia del rearme, y que no parecen actuar con la misma urgencia.
Esta doble velocidad europea supone en cualquier caso una fase posterior a la de la actual velocidad española, aminorada ayer en el Congreso con los obstáculos levantados tanto por los partidos de la oposición como por los que en su día contribuyeron a la investidura de Sánchez. Dichos obstáculos se argumentaron a veces de modo más convincente que otras.
El líder del PP y de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, admitió que un pacto de Estado era necesario en la presente circunstancia, pero evitó dar su apoyo al Gobierno en esta cuestión, no solo por la ausencia de concreciones y de información del presidente al primer partido de la oposición y ganador de las últimas elecciones, sino también aduciendo razones que poco tienen que ver con la amenaza rusa, como son los pactos sobre la gestión de la inmigración entre PSOE y Junts. A Feijóo le pareció inadmisible convertirse en un “socio auxiliar” del Gobierno, cuando los demás apoyos “le fallan”, y eso pesó más que alinearse de acuerdo con su convicción, compartida con los conservadores europeos, de que es necesario gastar más en defensa.
“La política es mucho más que ruido”, aleccionó Aitor Esteban en su despedida parlamentaria
Tampoco halló ayer apoyos el PSOE entre los partidos que le han dado alas en otras ocasiones. Sumar expresó sus reticencias a un aumento del gasto militar, Podemos manifestó aun con menores ambages su oposición, ERC pidió más información y Junts reclamó un rearme democrático, centrándose en sus diferencias con el poder central, pese a que no era ayer ese el tema a debate.
En resumen, el Gobierno, que anunció para antes de verano un plan de desarrollo de la tecnología y la industria de defensa española, pero carente aun de uno bien definido, al igual que Bruselas, salió ayer del plenario como suele salir en los últimos años: con reproches más o menos ásperos de sus socios de coalición o de quienes le dan eventuales respaldos, y con el habitual rechazo frontal, descalificador e inmutable de la oposición.
Mención aparte merece el PNV, cuyo portavoz parlamentario, Aitor Esteban, se despidió ayer de la Cámara, en vísperas de asumir la presidencia de su partido. Como ocurre con frecuencia, y pese a estar al frente de un grupo pequeño, Esteban expresó una opinión que podrían suscribir los millones de españoles que, sesión a sesión, asisten decepcionados a unas trifulcas parlamentarias tan cainitas como estériles. “Si hay una mayoría por encima de las alianzas gubernamentales –manifestó Esteban, invitando al pacto de Estado–, hace falta llegar a un acuerdo”. “La política –añadió– es mucho más que ruido”. El Congreso de los Diputados, que con la excepción de Vox despidió ayer con aplausos a Aitor Esteban, va a echar en falta su sensatez y su buen tono, ambos ejemplares.