Los juegos del hambre

Si tú me has entendido

Junio con su sayo prescindible nos anuncia lo mejor del año: esa piscina de mi amigo que se abre para todo el mundo en la primera fiesta de muchas que nos esperan, la playa de València que –vaya chorrada– parece más cercana ahora que en invierno, los mojitos, daiquiris y tintos de verano siempre apetecibles, las terracitas, el bikini, la toalla… y la bolsa de los juguetes, la ropa de recambio, las gorras para el sol, las gafas de bucear, las chanclas desparejadas, la crema que no sale… Maravilla. Pero antes de poder disfrutar (cada uno como pueda, no vayamos a pensar que todos lo hacemos igual) de las mieles del éxito, junio también es sinónimo de gincana sufridora. Por que, si tienes hijos, cuéntame, ¿cómo te las apañas?

Mientras escribo estas líneas los míos van rumbo de sus colonias, robándole días al final de curso y sumándole emoción a su infancia. A su vuelta, con una pila de ropa por lavar y la sensación de que han crecido tres años en cuatro días, empieza de verdad nuestro verano: “Tú a Boston y yo a California”, como quien diría, y nosotros locos con sus horarios. Escuelas de verano, campus deportivos, y los abuelos nos irán socorriendo hasta que soltemos el ordenador. “¿Pero por qué no tenéis las mismas vacaciones que nosotros?”. Ay, hija mía, la vida, que es muy complicada. Sudando sangre la izquierda para recortar la jornada y mi primogénita ahí, dando soluciones. Me tengo que reír.

Un pequeño viaje o excursión ayudarán a estimular a los niños y evitar que se pasen el verano pegados a las pantallas.

Dos niños juegan en el mar 

Unsplash

En realidad, estos meses –porque son meses, no cuatro días– las familias hacemos lo que podemos, como con todo en la crianza. A mí me dejaban en el barrio, asomada al balcón de mis abuelos, pasando calor hasta que nos íbamos al pueblo, y yo ahora los encalomo donde buenamente puedo para que no se aburran, aprendan, conozcan gente nueva, no coman helado todo el rato ni se atiborren de televisión. Por suerte no estamos aún en la edad del móvil.

¿Pero por qué no tenéis las mismas vacaciones que nosotros?”. Ay, hija mía, la vida, que es muy complicada

La modernidad (y la tontería) nos va a estrangular. ¿Lo hacemos tan mal? Porque es que además de darles cuarenta actividades para hacer, las pagamos, vaya si las pagamos. ¿Y los que no pueden? Pues ellos y ellas, pero sobre todo sus madres, las más de las veces, se quedan a su cargo mientras teletrabajan, mirando la pantalla con un ojo y con el otro la piscina; los y las que tienen que salir de casa para trabajar, y además no tienen piscina, piden ayuda a la familia, a los vecinos, al Consistorio. Hay escuelas de verano asequibles, pero no siempre hay plazas para todos.

Un saludo desde aquí a todas esos padres y madres que comienzan los meses de verano mirando el calendario y haciendo malabares para sobrevivir. Empiezan los juegos del hambre, aventura de supervivencia emocional y física con el horizonte en la hamaca, el descanso, el libro, ¡ay, el libro! Firmado: Katniss Everdeen.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...
OSZAR »