La irrupción de la Inteligencia Artificial generativa en los ámbitos educativo y cultural ha alcanzado cotas sin precedentes, planteando desafíos urgentes que requieren una respuesta coordinada desde la academia, las instituciones y la sociedad civil. Según los últimos datos publicados por la UNESCO, más de dos tercios de los estudiantes de secundaria a nivel global emplean regularmente herramientas de IA para realizar sus tareas académicas, mientras que apenas el 10% de las instituciones educativas han establecido protocolos claros para su uso responsable. Este desfase regulatorio se extiende al ámbito cultural, donde plataformas como Amazon registran un crecimiento exponencial de libros creados con asistencia de IA, pasando de 200 títulos a principios de 2023 a más de 5.000 en la actualidad, según datos de la agencia Reuters.
Ante este panorama disruptivo, la Universidad Internacional de Valencia (VIU), a través de su Cátedra Planeta de Literatura y Sociedad y el Centro de Estudios en Humanidades, Cultura y Comunicación en la era digital (HUMA), ha presentado un informe exhaustivo titulado “IA, literatura y creación audiovisual: los algoritmos frente a la imaginación”. Este documento, que recoge las aportaciones de destacados escritores, académicos y expertos en propiedad intelectual, no solo diagnostica los problemas actuales sino que propone un marco ético para el uso responsable de estas tecnologías en los ámbitos creativo y educativo. En el estudio han participado escritores como Agustín Fernández Mallo, Lorenzo Silva, Maria Oruña, Ana Merino o expertos en temas de propiedad intelectual y gestión cultural como Javier Díaz de Olarte, Francesc Bracero o Cristina Consuegra.
La VIU propone etiquetar los contenidos generados por algoritmos y crear un fondo de compensación para creadores
La directora de la Cátedra Planeta de Literatura y Sociedad, Ana Merino, galardonada con el Premio Nadal 2020, subraya la urgencia de esta reflexión: “Mediante este informe visibilizamos los efectos inmediatos de la IA en el sector editorial y las soluciones que proponen los académicos, creadores y expertos que han colaborado en nuestras jornadas. Debemos proteger las obras y también los derechos de los autores, porque eso es lo que nos permitirá tener mayor capacidad crítica y una sociedad más cultivada y libre”. Esta postura encuentra eco en los datos del Centro Español de Derechos Reprográficos (CEDRO), cuya encuesta a más de 9.000 creadores revela que el 96,5% exige autorización expresa para el uso de sus obras en el entrenamiento de modelos de IA.
El informe de la VIU aborda con profundidad el impacto de la IA en el sistema educativo, donde su uso indiscriminado plantea serios dilemas pedagógicos. Los casos documentados muestran estudiantes que utilizan ChatGPT para redactar ensayos completos o resolver ejercicios complejos, mientras las instituciones académicas carecen de herramientas adecuadas para evaluar la originalidad de estos trabajos. Lorenzo Silva, reconocido escritor y participante en el estudio, advierte sobre los riesgos de esta práctica: “La educación se basa en el proceso de aprendizaje, en el error y en la superación. Cuando delegamos en la IA, perdemos esa experiencia formativa irrepetible”. Esta preocupación se ve respaldada por estudios internacionales como el publicado por el Journal of Educational Technology (2024), que demuestra que aunque el 73% de los estudiantes que usaron IA obtuvieron mejores calificaciones, el 68% no comprendía los conceptos subyacentes.
Más del 66% de estudiantes usa IA para tareas, pero solo el 10% de centros educativos tiene protocolos
En el ámbito cultural, el informe documenta cómo la IA generativa está transformando los procesos creativos tradicionales. Agustín Fernández Mallo, escritor y físico, señala la paradoja de estas herramientas: “Pueden ser fascinantes para explorar nuevas estéticas, pero también generan lo que llamo 'yoes estadísticos': versiones algorítmicas de autores reales creadas sin su consentimiento”. Esta problemática alcanza dimensiones jurídicas complejas, como ilustra el caso de Getty Images demandando a Stability AI por usar 12 millones de fotografías sin permiso, o el de la escritora Mona Awad, quien acusó a ChatGPT de plagiar pasajes enteros de su novela.
Javier Díaz de Olarte, director jurídico de CEDRO y participante en el estudio, propone un cambio terminológico fundamental: “Debemos llamar 'producto', no 'obra', a lo creado por IA. La obra requiere humanidad, contexto vital y voluntad creativa”. Esta distinción resulta crucial para establecer nuevos marcos legales que protejan los derechos de autor en la era digital. El informe de la VIU recomienda tres pilares básicos para esta regulación: transparencia en los datasets utilizados, compensación económica para los creadores cuyas obras se usen para entrenar algoritmos, y etiquetado claro que indique el porcentaje de contenido generado por IA.
El informe advierte: 'Delegar en algoritmos vacía el aprendizaje', con casos documentados en aulas globales
El análisis de la Universidad Internacional de Valencia va más allá de lo artístico y legal, adentrándose en los sesgos algorítmicos que reproducen y amplifican los prejuicios sociales. Juan Martín Prada, experto en cultura visual, demuestra cómo herramientas como MidJourney perpetúan estereotipos de género y raza, mientras Anna Giralt, cineasta e investigadora, alerta sobre cómo estos sesgos pueden condicionar nuestra percepción de la realidad: “Si el 80% de las imágenes futuras son generadas por IA, ¿qué versión del mundo estaremos consumiendo?”. Proyectos como “¿Qué es lo que ves, YOLO9000?” del Colectivo Estampa, dirigido por Daniel Pitarch, exploran precisamente estas limitaciones, mostrando cómo las máquinas identifican objetos pero no contextos emocionales o culturales.
Uno de los aspectos más reveladores del informe es su análisis de los costos ocultos de la IA generativa. Detrás de la promesa de creatividad instantánea se esconde una realidad de explotación laboral y daño ambiental. Miles de trabajadores en países del Sur Global, principalmente en Kenia y Filipinas, se emplean en condiciones precarias para etiquetar contenido y filtrar material violento de los datasets, con salarios que no superan los dos dólares la hora. Simultáneamente, el costo ecológico resulta alarmante: entrenar un modelo avanzado como GPT-3 consume la misma energía que 120 hogares europeos durante un año completo, según datos del MIT Technology Review.
Detrás de cada ChatGPT hay explotación laboral y daño ambiental: trabajadores que ganan 2 dólares hora y servidores que consumen como 120 hogares
Arnau Vilaró, director de HUMA y coautor del informe, enfatiza la necesidad de un enfoque holístico: “Los análisis de nuestros expertos permiten avanzar hacia una regulación global que ponga la tecnología al servicio de la cultura. La educación sobre el uso responsable de la IA debe involucrar tanto a creadores como a ciudadanos en la defensa de los derechos de autor y de la creatividad humana”. Esta visión se traduce en recomendaciones concretas dirigidas a distintos actores sociales.
Para los gobiernos y legisladores, el informe urge a acelerar la implementación de la Ley Europea de IA, aprobada en 2024 pero aún pendiente de desarrollo, y propone la creación de un fondo de compensación para autores financiado mediante impuestos a las grandes empresas tecnológicas. En el ámbito educativo, se recomienda incorporar la ética digital en los currículos académicos, enseñando a detectar sesgos algorítmicos y fomentando la creación “libre de IA” en asignaturas artísticas. Finalmente, para la ciudadanía en general, el documento aboga por un consumo cultural consciente, prefiriendo obras con certificación de autoría humana y exigiendo transparencia a plataformas digitales.
Anna Giralt y el Colectivo Estampa denuncian los costos ocultos de la revolución algorítmica
María Oruña, escritora gallega participante en el estudio, sintetiza el espíritu del informe con una reflexión contundente: “El éxito literario no se mide por publicar rápido o mucho, sino por crear obras que perduren. La IA puede imitar formas, pero nunca la experiencia humana que da sentido a la literatura”. Esta perspectiva humanista resuena en las conclusiones finales del documento, que insisten en preservar lo irreductiblemente humano en el proceso creativo: la capacidad de imaginar, de conectar emociones y de dar sentido a nuestra existencia a través del arte.
El informe completo, disponible en la editorial de la VIU, representa una contribución significativa al debate global sobre IA y creatividad, combinando rigor académico con la experiencia práctica de creadores y especialistas. Sus más de 200 páginas analizan en profundidad veinte casos paradigmáticos a nivel internacional y proponen quince medidas concretas para armonizar el desarrollo tecnológico con la protección de los derechos culturales. En un mundo donde las fronteras entre lo humano y lo artificial se difuminan progresivamente, este trabajo se erige como un faro para navegar los complejos desafíos éticos, jurídicos y sociales que plantea la era de la inteligencia artificial generativa.