El doctor José de Letamendi (no son muchos los que merecen dar nombre a plaza, calle y pasaje) era un barcelonés nacido en 1828.
Sabio catedrático de Medicina, políglota, matemático notable, filósofo a su manera, compositor y buen pianista, que además pintaba y dibujaba. Ilustre wagneriano pionero.
Las memorias de Jaume Salvador relatan una buena serie de anécdotas que enmarcan al personaje
El siguiente anecdotario es deudor de lo contado en las memorias inéditas de Jaume Salvador, compañero de carrera y amigo íntimo.
Su letra era tan infernal que rogó al doctor Esquerdo que le descifrara lo que acababa de escribir.

Su perfil físico reforzaba la personalidad
En casa se hablaba castellano, excepto el 26 de mayo que se entronizaba el catalán para sumarse a la celebración anual de los Jocs Florals.
No fue elegido rector de la Universitat de Barcelona debido a que en plena calle Ferran diurna se rindió fascinado ante la belleza de una dama; echó a correr y la abrazó mientras gritaba: “¡Oh, qué ojos!”. Ella le pegó tal abanicazo que le hizo sangrar una mejilla.
Criaba grillos y ranas en su balcón de la calle Mercè para el goce sentimental de esa evocación campestre.
Competía en extravagancia con su colega el doctor Mendoza. Al enterarse de que iba a la facultad en un carro campesino, no dudó en hacerlo en carruaje.
Un payés agradecido por haber recomendado a su hijo en un examen le llevó a casa un par de pollos. Lo echó a empujones y lanzó los animales por el hueco de la escalera.
Pidió a un amigo que le prestara su gran torre en Sant Gervasi, a condición de que nadie le visitara. Unos vecinos le descubrieron indignados desnudo por el jardín. Era el promotor de la helioterapia.
Fue requerido para visitar a un paciente grave. Sentenció a la esposa que, si no se repetía de inmediato el ataque, ya estaría refetet . Pero el mismo día lo sufrió. Acudió a su cabecera y diagnosticó que era incurable. La esposa se indignó y le echó en cara que le hubiera asegurado lo contrario. Un Letamendi herido en su honor, le replicó que si por la mañana lo encontró refetet ahora estaba refotut .
Era miembro del tribunal ante el que estaba su recomendado, algo iletrado. Los otros dos catedráticos sugerían ya dar por terminado el examen y asegurado el suspenso, pero Letamendi rogó hacerle la última pregunta sobre dónde tenemos el cerebro. “En el abdomen”, respondió. Risas. Letamendi replicó: “El examinando tiene razón”. Asombro general. Y añadió con aplomo: “En Barcelona tenemos un ejemplo: los gigantes de la ciudad…”.
CUADERNO BARCELONÉS
Rúa: imprime carácter
Se ha comentado desde antiguo ciertas bondades del Barça: que si actúa de aglutinador social, que si el perfil de la afición es interclasista, que si el ser un culé extravertido favorece que los foráneos se integren con mayor facilidad en las múltiples y complejas facetas del entramado ciudadano, sin olvidar lo que implica, representa e incluso influye: “El Barça és més que un club”. Todo esto es aceptable en el terreno teórico, en el especulativo, en el característico y peleón de la controversia, pero sucede que en ciertos acontecimientos la realidad se impone con más certeza, claridad y eficacia. La rúa, desbordante de seguidores felices, entusiasmados, enardecidos exhibía un aleccionador, emocionante, didáctico e inabarcable mosaico de perfiles humanos bien representados. El que me pareció fascinante fue la incontable chiquillería tan participativa y consciente de lo que estaba sucediendo ante sus ojos asombrados. Esta generación, decisiva de cara al futuro, es el resultado de un equipo jovencísimo que de súbito y de forma apasionada les ha imprimido carácter.