Lo habían llamado el intercambio “mil por mil” desde que las delegaciones ucraniana y rusa lo pactaron en la mesa de negociación la semana pasada en Estambul, lo único exitoso de aquel primer encuentro entre representantes de ambos países en tres años, en el que Ucrania tenia la esperanza de pactar un alto el fuego. Con el transcurrir de la semana la incertidumbre sobre cómo sería el proceso iba aumentando. ¿Cómo sería la logística? ¿Se intercambiarían civiles? ¿Se incluirían periodistas? Eran algunos de los interrogantes que surgían una y otra vez.
Las dudas se fueron despejando el jueves cuando se anunció que el proceso de entrega de prisioneros se realizaría en tres jornadas, que finalmente comenzaron hoy viernes. La cita era en la ciudad de Chernihiv, a unos 70 kilómetros de la frontera con Bielorusia, y allí llegaron decenas de familias de toda Ucrania. “Mi marido fue capturado en agosto en Kursk”, explicaba Ludmila, que llegó con una delegación de 20 mujeres de la ciudad de Kroliviets, en la provincia de Sumy. Contaban que sus maridos formaban parte de brigadas diferentes y desaparecieron en distintos puntos de Ucrania, pero entre todas están muy unidas. Habían llegado con la esperanza de que al menos uno de tantos regresara.

Prisioneros ucranianos recién liberados, a su llegada a Chernihiv
Al final se conoció que no hubo éxito. Pero antes de tener la certeza, el presidente Zelenski publicó fotos llegadas desde la frontera con los hombres y mujeres envueltos en banderas azules y amarillas. En total 390 personas, la cifra más grande de los 65 intercambios de prisioneros realizadas desde el comienzo de la invasión. Entre ellos llegaban tres mujeres y 120 civiles, un logro inmenso para las organizaciones humanitarias que llevan más de tres años luchando porque los civiles sean incluidos en los canjes. Luego el ministro de Defensa, Rustem Umárov, que se reunió con los periodistas antes de la llegada de los prisioneros a Chernihiv, reconoció que Ucrania también entregó 120 civiles rusos. No dio detalles. Minutos después llegaron los buses con prisioneros. Flacos, agotados, demacrados. Algunas familias tuvieron suerte y se reencontraron. No fue así con muchas otras, que no podían contener las lágrimas. Mañana y el domingo habrá más.