La incertidumbre es la gran enemiga de los mercados: cuando no se sabe qué pasará, el dinero huye despavorido. Sucedió con la guerra comercial iniciada por Donald Trump y se repite ahora con el revés sufrido por Friedrich Merz en Alemania.
El líder conservador daba por hecho que esta mañana sería investido canciller en el Bundestag, pero no logró los votos suficientes: le faltaron seis. Nadie contaba con ese giro de guion. Y la Bolsa se resintió de inmediato.
El índice Dax, que agrupa a las 40 empresas alemanas más importantes, se tiñó de rojo nada más conocerse la noticia. Las caídas llegaron a superar el 2%, aunque con el paso de las horas se fueron moderando. Pesos pesados de la industria nacional como Rheinmetall, Porsche, BASF o Daimler fueron los primeros en sufrir un descalabro. Solo tres de los 40 valores del Dax –la empresa farmacéutica de servicios de diálisis Fresenius, la química Symrise y la energética E.on– aguantaron el tipo en una jornada en la que los rendimientos de los bonos del Gobierno alemán también se vieron afectados.
Cómo no, la decepción germana se contagió al resto de Europa: el Ibex35 español, el Ftse100 británico y el Cac 40 francés registraron caídas. Al igual que el índice STOXX 600, que incluye a las principales compañías del continente.
Ese hundimiento bursátil fue tan previsible como imprevisible había resultado la derrota matutina de Merz. Los inversores hace tiempo que esperan la llegada del dirigente de la CDU al poder para que reactive la maltrecha economía alemana. Merz se lleva bien con el sector financiero: durante años trabajó en el fondo de inversión BlackRock, a donde fue a parar después de que Angela Merkel le impidiera ascender en el partido. Y planea una inyección millonaria en el tejido industrial del país: a través de un endeudamiento histórico, quiere financiar el rearme alemán e invertir en la renovación de las infraestructuras. Así pues, su inaudita derrota en el Bundestag inevitablemente tenía que reflejarse en los parqués.
Para Alemania, la formación de un nuevo gobierno es un asunto de máxima urgencia. El país acumula dos años de recesión. Su economía está estancada. Sectores como el de la automoción, antaño boyantes, atraviesan un mal momento. Las perspectivas de este año no son nada halagüeñas: en marzo, la OCDE pronosticó que el PIB alemán apenas crecería un 0,4% este 2025, la peor cifra entre los países industrializados. El inesperado tropiezo de Merz –enmendado esta tarde tras una segunda votación exitosa– ha añadido incertidumbre a un escenario ya de por sí repleto de interrogantes.