La cerveza servida a discreción y los embutidos, aliñados con la alegre música bávara interpretada por una banda en directo, no pudieron hacer olvidar ayer, en el cierre de la campaña electoral de los conservadores alemanes, el grave momento geopolítico que vive el mundo y las sacudidas de los cambios tecnológicos.
Los oradores expresaron su inquietud por Ucrania, Rusia y China, sin olvidar el shock que está causando Donald Trump a sus propios aliados. En tono grave, el candidato a canciller y favorito, Friedrich Merz, constató que, con lo que está ocurriendo, en Alemania y en Europa “ya no podemos dar por descontados la libertad, la paz, el bienestar y la protección social” a los que estábamos habituados. Por todo ello consideró que estas son “unas elecciones de destino”.
Merz invita a sus compatriotas a trabajar más y promete que será “una voz fuerte” en la UE
La clausura de la campaña en Munich es casi una tradición y tiene su lógica. La Unión Cristiana Demócrata (CDU) y la Unión Socialcristiana bávara (CSU) son partidos independientes, pero hermanos, y forman un mismo grupo parlamentario en el Bundestag. La CSU, más conservadora, ha dominado la política bávara desde el final de la guerra, aunque en los comicios del 2021 sufrió una importante erosión.
Con 13,5 millones de habitantes –más que Austria– y un PIB que supone el 18,5% del total de Alemania, Baviera es una de las regiones más prósperas de Europa. Menos mar, tiene de todo y de calidad: industria automovilística (BMW y Audi), aeroespacial (Airbus) y de defensa (Klaus-Maffei), química, de maquinaria, una agricultura desarrollada y un potente sector turístico, así como un denso entramado de medianas empresas. Como recordó el presidente bávaro, Markus Söder, no siempre fue así. Hasta 1980, Baviera recibía más de lo que aportaba a las arcas federales. Ahora es ella el land que más aporta y pidió que esa relación se reequilibre a su favor.
Merz, que habló sin consultar papeles, no hubo de esforzarse para satisfacer a la parroquia de incondicionales reunida en el Löwenbräukeller, una gran pabellón cervecero. En el norte de Alemania, más prusiana, sería muy raro un mitin con el público comiendo bien sentado y el trajín constante de jarras.
Los mayores aplausos llegaron cuando Merz expuso sus ideas sobre la necesidad de que los alemanes trabajen más y se olviden de propuestas como la semana laboral de cuatro días. Según el candidato, que fue durante años alto directivo de grandes bancos y empresas, sus compatriotas deben dejar de creer que “el trabajo es solo una interrupción de nuestro tiempo libre” y pensar, por el contrario, que es una parte fundamental de la “autorrealización personal”. En este contexto, criticó la cultura de “la comodidad” que se ha instalado e instó a recuperar el viejo espíritu muy alemán de rendimiento y logro ( Leistung ). Esos argumentos los repitió al defender que quienes quieran seguir trabajando más allá de los 67 años, que lo hagan, y el Estado lo estimulará con beneficios tributarios. “En este país se debe volver a premiar a los más laboriosos”, dijo ante la euforia de la audiencia.
Tanto Merz como antes Söder fueron muy duros con los verdes por su política económica y medioambiental, que tacharon de demasiado rígida ideológicamente y dañina para empresas como las automovilísticas. Quien se llevó más palos fue el ministro de Economía saliente y vicecanciller, Robert Habeck, que es el candidato a canciller de los ecologistas. A Merz, la oposición frontal de la CSU a un pacto de coalición con los verdes le reduce su margen de maniobra.
El líder conservador aprovechó el último mitin para lanzar un mensaje a sus socios europeos. “Conmigo Alemania tendrá una voz fuerte en la Unión Europea”, prometió. Merz considera que Scholz ha sido demasiado tímido. Él quiere asumir un papel más enérgico, con “una Alemania más comprometida” que reclame para la UE “sentarse a la mesa principal” en todas las discusiones sobre grandes cuestiones para defender sus intereses ante Rusia, China y también Estados Unidos.
Merz se volvió a presentar, en fin, como la mejor alternativa para generar confianza y hacer que Alemania salga del ciclo de recesión económica de los últimos tres años. Su arenga al final del mitin resultó arriesgada a la vista de la relación de fuerzas que puede surgir de los comicios. “¡La izquierda se acabó, se acabó!” exclamó, aun sabiendo que la aritmética parlamentaria puede obligarle a otro nuevo pacto con los socialdemócratas (SPD) y que, una vez más, en aras del consenso, la ruptura con el statu quo se haga esperar.