Yo tenía una industria

Opinión

Yo tenía una industria
Economista

Tenía una empresa de maquinaria logística. Le iba bien y se la vendió a un fondo de inversión. Cuando pasó el periodo de exclusión del sector, se dio cuenta que el fondo la gestionaba tan mal que fundó otra similar, y le fue tan bien que la vendió por el doble que la primera, esta vez a la competencia internacional. Con los hijos mayores, casa nueva y la vida resuelta, decidió que el dinero conseguido lo invertiría en un bloque de pisos y una participación en uno de estos fondos, private equity lo llaman. La historia parece una versión actualizada de la empresa familiar catalana que ahora ya no espera a la segunda o tercera generación para vender, sino que lo hace el mismo emprendedor que la ha creado.

Lo que llama la atención es la primera venta al private equity . Hay tanto dinero en circulación en busca de elevadas rentabilidades a corto plazo que ahora también entran masivamente en la industria. Las empresas industriales catalanas, vascas o valencianas –de alimentación– son objeto preferente del capital financiero que, organizado desde Madrid, muchas veces se abalanza sobre empresas familiares y medianas, con buena posición en el mercado y una buena rentabilidad dentro del sector. El problema es que la industria tiene habitualmente una rentabilidad más moderada –también más estable– que oficinas, hoteles o viviendas, destino tradicional de estos fondos. Que es un negocio mucho más complejo y sometido a la competencia internacional. Y que esperar que en tres o cinco años se pueda disparar su valor para volver a venderla es mucho más incierto. Si añadimos el encarecimiento de la energía, de las materias primas, de los fletes y del transporte y la concentración de la demanda, todavía todo es más complejo.

Fondo al acecho

El capital financiero se abalanza sobre empresas familiares y medias buscando gran rentabilidad a corto plazo

Por eso no es de extrañar que estos fondos muchas veces se pillen los dedos porque no disponen de la pericia ni la capacidad de liderazgo para gestionarlas correctamente en un entorno de cambio acelerado. Y eso que a menudo exigen que el antiguo propietario permanezca durante un tiempo en la empresa para hacer la transición. Pero ya no es lo mismo: ni manda de verdad ni pone el alma de cuando era suya.

Enorme grúa levantando maquinaria pesada

Enorme grúa levantando maquinaria pesada 

iStock

Si los fondos se pillan los dedos y hunden la empresa, se la acaban malvendiendo a la competencia del sector quien, a menudo, no le interesa la producción sino la cuota de mercado. Así vamos perdiendo actividad industrial, reconvertida, en el mejor de los casos, en simple red distribuidora.

Todos conocemos algunos casos de éxito -Taurus, La Sirena– donde han sido los directivos los que se han acabado quedando la empresa y dándole una nueva vida. Sin embargo, la banca acreedora, si no se ve mucho con el agua al cuello, exige un volumen de garantías difícil de alcanzar. En estos casos, el crédito público tendría que abrir más el abanico de actuaciones para prestar apoyo a estas operaciones de rescate. Defender la pervivencia del tejido industrial catalán pasa hoy también por evitar que caiga en manos de los que solo tienen vocación especulativa.

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