Anticolonialismo sonoro ‘made in USA’

Música

La Bienal de Venecia premia a Chuquimamani-Condori, artista estadounidense cuya música representa la antítesis del trumpismo

Chuquimamani-Condori en la portada de su disco 'DJ E' 

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Más allá de algunos pasos de baile al ritmo de Village People en alguno de sus mítines, poco sabemos de los gustos musicales del actual presidente de los Estados Unidos, pero difícilmente nos equivocaremos si decimos que entre sus preferencias no se encuentra la música de Chuquimamani-Condori, un artista nacido en Estados Unidos (Riverside, California, 1985) con raíces ­familiares en el pueblo aimara boliviano y que acaba de ser reconocido con el León de Plata de la Bienal de Venecia en su apartado musical. Un reconocimiento precisamente por todo aquello que lo sitúa en las antípodas –y no solo musicales– de Donald Trump.

Pero ¿quién es Chuquimamani-Condori y qué ha hecho para merecer este reconocimiento por parte de una de las citas culturales más importantes de Europa? Elysia Crampton Chuquimia, que así se llamaba antes de adoptar su nombre de conexiones aimara, nació en California pero ha vivido en México, Bolivia, Virginia, California de nuevo..., en un periplo entre una cierta diáspora y las raíces familiares. Empezó a difundir su música con el nombre de E+E a principios de siglo para darse a conocer después como Elysia Crampton con trabajos que fueron profundizando en una mixtura de experimentación, electrónica y folk andino, con álbumes como Elysia Crampton Presents: Demon City (2016) o Ocelote (2018) y que culminaron, ya como Chuquimamani-Condori, con DJ E (2023).

PARIS, FRANCE - SEPTEMBER 29: Chuquimamani-Condori arrives at Valentino Pavillon des Folies Show as part of the Paris Fashion Week on September 29, 2024 in Paris, France. (Photo by Vittorio Zunino Celotto/Getty Images for Valentino)

Chuquimamani-Condori en París el pasado mes de septiembre 

Vittorio Zunino Celotto / Getty

Pero sus discos son algo más que un collage de influencias, un recorta y pega, una experimentación sónica. Hay en estos trabajos una voluntad de ser la expresión de una forma de entender el mundo rescatando la historia y la sabiduría indígena, unas comunidades con una espiritualidad distinta, una forma de narrar y transmitir diferente, con códigos en los que la oralidad prima sobre la escritura, pero donde destacan también los significados del cuerpo, de la indumentaria, de lo mágico, incluso una interpretación distinta del tiempo y la linea­lidad (pasado-presente-futuro) a la que estamos acostumbrados. Reinterpretaciones que Chuquimamani-Condori elabora a través de unos sonidos que, por otra parte, no renuncian a todas las posibilidades que le ofrece la tecnología actual y que quieren poner de manifiesto sus prácticas anticoloniales, así como la proyección en las teorías queer que se rebelan contra las visiones unívocas del cuerpo y la sexualidad y que encuentran conexión en algunas prácticas de las comunidades indígenas de sus antepasados (de ahí, también, la práctica elusiva sobre su propio género).

Portada del disco 'Los Thuthanaka' 

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Caterina Barbieri, la comisaria musical de la Bienal de Venecia, define la música de Chuquimamani-Condori como folk cosmogónico vanguardista, una idea que entronca con el lema que ha escogido para esta Bienal –La estrella interior– y que apuesta por una música que “responde a la necesidad del hombre antiguo y moderno de dialogar con algo superior a sí mismo, que trasciende la existencia individual y lo acerca a la dimensión de los incognoscible”. Idea que nos conecta con el concepto de los pueblos andinos de pachakuti –presente en el trabajo de Chuquimamani-Condori– y que tiene que ver con la renovación, el cambio, la transformación… pero también la destrucción, la catástrofe.

Todo este conjunto de ideas también han tenido plasmación en trabajos multidisciplinares, como el que el artista presentó en el 2023 en colaboración con su hermano Joshua Chuquimia Crampton en el MoMA PS1 de Nueva York. Una exposición que a través de sonidos, música e imágenes entrelazaba las historias familiares, especialmente de su bisabuela, con el pensamiento queer y abolicionista. Anteriormente, los hermanos habían trabajado juntos en una película, Amaru’s Tongue: Daughter (2021) –producida por instituciones artísticas como AutoItalia de Londres, el Centro de Arte Contemporáneo de Ginebra y el Haus der Kunst de Munich–, realizada sobre todo con animaciones dibujadas a mano, sobre una ceremonia en honor de su difunta abuela y que también transportan a la tradición aimara y el abolicionismo.

Portada del disco de Chuquimamani-Condori 'DJ E' 

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Y es que el tándem formado por los hermanos Chuquimia Crampton parece haberse afianzado como un sólido vehículo de expresión para ambos. Su última colaboración, aparecida hace apenas un par de meses, es un nuevo trabajo discográfico titulado y firmado como Los Thu­thanaka. Una hora de música en ocho piezas enraizadas en ritmos y danzas de la cultura aimara (huayño, kullawada, caporales, salay, parrandita) pasados por el filtro de los ritmos y las sonoridades de la tecnología. Una catarata sónica que apela a lo ancestral y a lo futurista –aunque se presenta, deliberadamente, sin masterizar–. Sonidos densos, que envuelven al oyente, que empujan al trance cual ritmos de danzas tribales pero también como los que arrastran al baile en una sesión en el más moderno de los clubs. Rituales mágicos que parecen querer llevar al oyente a una nueva dimensión. La transformación. El pachakuti. Anticolonialismo directo al oído. Dedicado a Chuqi Chinchay, deidad andina de lo no binario.

Una música que no desentonaría en esa historia del ruido y la música que publicó hace unos meses Oriol Rosell (Un cortocircuito formidable) y que atiende sobre todo a esas músicas que son subversión y disidencia. Como la de Chuquimamani-Condori. Que no sonará en la Casa Blanca. Ni en Mar-a-Lago.

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