‘Furtivos’, cine de caza mayor

Aniversario

La obra cumbre de José Luis Borau cumple medio siglo y vuelve, restaurada, para rememorar las turbias relaciones de Ovidi Montllor, Lola Gaos y Alicia Sánchez

Fotograma de ‘Furtivos’, con sus protagonistas: Alicia Sánchez, Ovidi Montllor y Lola Gaos 

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El propio José Luis Borau encarnó al gobernador franquista aficionado a la caza que aparece en Furtivos, su gran obra maestra, actualmente disponible en Movistar y FlixOlé. Pero, como se recuerda en el documental Borau y el cine, de Germán Roda, que llegará a los cines en junio, no interpretó aquel papel por figurar y salir en el plano, sino porque “no había dinero”. Eso sí, terminada la película, Furtivos se convirtió en un fenómeno de tal magnitud –primero obteniendo la Concha de Oro donostiarra; segundo, llenando las salas (hasta tres millones y medio de espectadores, un récord, y eso que era para mayores de 18 años) y tercero, viajando por una docena de países–, que el ufano director se acabó comprando una casa en Los Ángeles, cerquita de Hollywood y del cine que lo había amamantado desde pequeño.

⁄ Premiada en San Sebastián, batió récord de espectadores y se distribuyó en numerosos países fuera de España

No le había gustado sin embargo a Borau que la crítica tachara su película inmediatamente anterior, Hay que matar a B (1974), de copia a la española de thrillers conspiranoicos al estilo de la magistral El último testigo, de Alan J. Pakula, estrenada aquel mismo año. De modo que, con Furtivos, quiso hacer una película española hasta la médula, y para ello recurrió a Manuel Gutiérrez Aragón, que había sido su alumno en la Escuela Oficial de Cinematografía. Y la historia, de la que en un principio no tenía más que la imagen de Lola Gaos en un bosque, acabó siendo así de terrible: en un perdido pueblo de Segovia vivía un apocado cazador furtivo (el siempre tristón Ovidi Montllor, que se lanzaba de la canción protesta al mundo del cine) con su madre (una Lola Gaos de hábitos inconfesables que daba verdadero miedo), pero el aparente equilibrio entre ambos se rompía con la aparición de una Alicia Sánchez recién escapada de las monjas, que tenía como amante a un quinqui perseguido por la Guardia Civil, dando pie a un curioso cruce de géneros.

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Cartel de 'Furtivos' 

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⁄ Franco aún vivía cuando se rodó la película, y Borau tuvo que resistir a la amenaza de las tijeras de la censura

En medio de un paisaje cuya austera severidad, con aires de western nevado, contrastaba con la banda sonora vanguardista de las míticas Vainica Doble, irrumpía el mentado gobernador apasionado por la caza, que acudía rodeado de su séquito de aduladores, en representación de los poderes fácticos de la época: una España en plena Transición. El Caudillo todavía vivía cuando se rodó la película, y Borau tuvo que resistir a la continua amenaza de las tijeras de la censura (sólo accedió a cortar un plano, en el que aparecía la fachada del Gobierno Civil), así como a las denuncias de la protectora de animales, que no salen bien parados. Años atrás, otro ilustre aragonés que pasó por la EOC, Carlos Saura, había dirigido La caza (1966), donde también estaba Ismael Merlo –el cura de Furtivos –, y la película de Borau volvía a ser una alegoría política, aunque en primera instancia más en la línea del esperpento berlanguiano.

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El director José Luis Borau recibe la Concha de Oro por 'Furtivos' de manos de la actriz Gina Lollobrigida en el Festival de Cine de San Sebastián en 1975 

EFE

⁄ Expresaba sobre todo un momento de liberación y destapaba un mar de turbiedad demasiado tiempo oculto

Pero más allá de la parodia, Furtivos expresaba sobre todo un momento de liberación de la larga represión, rompiendo tabúes, con el striptease de Alicia Sánchez en los bosques nevados y sobre todo con el brutal desenlace que destapaba, y liberaba, un mar de turbiedad que había permanecido demasiado tiempo oculto: “Un furtivo, según la Real Academia, no es el cazador que caza contra la ley, sino todo aquel que hace algo a escondidas. Por eso la paz de los bosques puede ser engañosa, encerrar muchos problemas…”, declaraba Borau a Fotogramas cuando la película aún no se había acabado de rodar, en alusión a la expresión franquista “bosque en paz” como sinónimo de España, a la que se volvería en la promoción del filme, imprimiendo en el cartel la retórica pregunta “¿Qué se pudre bajo el silencio de un bosque ‘en paz’?”, con una foto en la que se aprecia el trasero de Montllor, tendido sobre Alicia Sánchez, mientras un perro tira de la cuerda de un cerdo de gran tamaño en primer plano. 

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Ovidi Montllor en 'Furtivos' 

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“Es un cuento cruel fantástico, pero que no pierde pie, realidad, vamos. No he buscado símbolos fáciles, hacerme claro por este camino –decía Borau en la misma entrevista–. Siempre dependerá de la capacidad de ver que tenga cada espectador”. De ver, y de imaginar, porque una de las características de Furtivos son sus salvajes elipsis. En la presentación de una primera restauración en la Filmoteca de Zaragoza, para celebrar los 25 años de la obra, recordó que “entonces estaba convencido de que íbamos al desastre, porque a la gente no le gustaría una película en la que suponía lo que pasaba y lo más importante no se veía”. Otros 25 años más después, el cineasta fallecido en el 2012 a los 83 años, no ha podido ver la nueva restauración presentada en el Festival de Málaga. Pero la película sigue muy viva, y regresará al Festival de San Sebastián para demostrar que no ha perdido un ápice de su turbador esplendor.

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