La amistad y sus protagonistas, amigas y amigos, están presentes en la vida y en las narrativas que la acompañan. Películas y series, obras de teatro, cuentos y novelas recogen esta relación que el diccionario de la lengua española define como el “afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece en el trato”. De lejos viene el abordaje que diferentes pensadores brindaron a este tipo de relación. De entre ellos destacan las páginas que Aristóteles (Estagira, 384 a.C- Calcis, 322 a.C) dedicó al tema. Sus consideraciones sobre esta cuestión resultan vigentes y sólidas –con la salvedad que la relectura amplía el espectro e iguala a hombres y mujeres–.
Ética a Nicómaco incluye en sus libros octavo y noveno un tratado sobre la amistad del que partirán muchas de las reflexiones posteriores –editados en Acantilado: Sobre la amistad, con traducción de Eduardo Gil Bera–. Es un texto claro, contundente y lleno de sabiduría, que brilla pasados los siglos. Interpela al lector del presente y parece referirse a nuestros días. Un claro estandarte del poder de los clásicos.

Aristóteles
El filósofo y científico de la Antigua Grecia habla de una virtud que constituye “uno de los requisitos imprescindibles para la vida, pues nadie querría vivir sin amigos aun disfrutando de los demás bienes”. Eso no excluye a los ricos, que también necesitan amigos. Explica cómo nos acompañan a lo largo de la vida: en la juventud, ayudan a no cometer errores; en la madurez, llevan a realizar actos nobles y en la vejez brindan apoyo y cuidado.
Dice Aristóteles que la amistad va unida a la nobleza y a la justicia y que implica reciprocidad. Distingue entre la amistad por interés o por placer de aquella basada en un mutuo afecto, que se da entre virtuosos y que a diferencia de las anteriores, perdura. Estos postulados serán recogidos por todos los ensayistas que hasta nuestros días hayan reflexionado sobre la cuestión.
Vivimos momentos donde la amistad adquiere un papel predominante en la existencia de muchos. Este vínculo que algunos circunscriben a la infancia y juventud se prolonga y en la actualidad constituye un modelo alternativo de relación durante la vida adulta. Muchos jóvenes pasan del hogar familiar a una vivienda compartida con amigos ante la dificultad económica de vivir solos o en pareja. Este modelo ha devenido signo de los tiempos.

Michel de Montaigne
Amigo procede del latín y deriva del verbo amar pero para algunos ensayistas el afecto que entraña esta relación mucho o poco tiene que ver con la amorosa de pareja. En el refranero abundan los dichos que ponen esta figura en el centro de sus sentencias: “Quien tiene un amigo, téngase por rico”, “La amistad no tiene edad”, “Amigo de muchos, amigo de ninguno” o “Una vida sin amigos, muerte sin testigos”. Todos ellos abarcan los temas que abordan diferentes ensayos de reciente aparición.
Estas reflexiones coinciden en resaltar que la amistad es un tipo de relación que queda fuera de las instituciones y las leyes, lo que facilita que sea más fácil de romper; y que se ha relegado a una segunda división frente a la fuerza centrípeta de la familia. Apuntan también que el término es amplio y sin matices por eso en muchas ocasiones se le añaden calificativos como “buena”, “auténtica”, o “de toda la vida” en un intento de hilar más fino. Tampoco existe un término para designar la carencia o el estado de desamparo en que queda una persona tras perder a una amiga o amigo.
El filósofo francés Michel de Montaigne (1533-1592) escribe en sus Ensayos –ediciones en Cátedra, Acantilado, Galaxia Gutenberg o Proa– unas célebres palabras para definir la compenetración total que supuso la amistad que entabló con su contemporáneo el también filósofo Étienne de la Boétie: “Porque él era yo y yo era él”. La relación que mantuvieron durante seis años antes de la prematura muerte del autor de Discurso de la servidumbre no tenía en sus palabras parangón con ningún otro vínculo: “Tan entera y perfecta que no se conocen ciertamente otros semejantes”. De Montaigne señala que pueden coexistir otras amistades “vulgares” pero solo una alcanza la categoría excelsa por la cual “habríame confiado antes a él que a mí mismo”–De la amistad (Taurus) recoge las páginas que consagró al tema–.

Geoffroy de Lagasnerie, autor de 'Un elogio de la amistad'
Un elogio de la amistad (Taurus, con traducción de Juan Rabasseda Gascón) del sociólogo francés Geoffroy de Lagasnerie (Fontenay-aux Roses, 1981) resulta una lectura atractiva, interesante y llena de propuestas rompedoras con las que estar o no de acuerdo. Lagasnerie, profesor de Filosofía y Sociología en la École Nationale Supérieure de París-Cergy, dirige también una colección de ensayo en la editorial Flammarion. Algunos de sus libros han sido traducidos al castellano: Desconfiad de Kafka, La última lección de Michel Foucault o Mi cuerpo, ese deseo, esta ley. Su último trabajo es un tributo a la amistad que mantiene desde hace más de una década con Didier Eribon (Reims, 1953) y Édouard Louis (Hallencourt, 1992). El libro surge de los lazos establecidos por estos tres hombres homosexuales –el autor y Eribon son pareja–, que fueron coincidiendo –Eribon como maestro e inspiración– aquí y allá y forjaron un pacto de no traición a un modelo de vida basado en la amistad.
Su apuesta es radical, libertaria y anti-institucional –se reivindica frente a los convencionalismos, apunta, que encarna la familia, el familiarismo–. Ponen la amistad en el centro de sus existencias –este libro incluye un número tres en cada página, junto a la numeración–, los amigos hablan cada día, comparten lecturas y charlas y aunque viven cada uno en su casa buscan pasar el máximo tiempo juntos, las vacaciones y fechas señaladas en el calendario, como Navidad o sus aniversarios. La escritura, y por tanto sus carreras profesionales, también les une.
El filósofo Didier Eribon ha ejercido sobre los otros dos integrantes de este núcleo un tutelaje y una influencia que se refleja en sus trabajos. Eribon es autor de una biografía sobre Michel Foucault, amigo de Pierre Bourdieu, trató a Duras, Deleuze, Lévi-Strauss, Derrida o Dumézil. De origen obrero –su obra Regreso a Reims recoge la distancia con su padre durante décadas y el marco donde nació– es profesor universitario en París y Amiens así como en diferentes centros de Estados Unidos.
Gilgamesh, Blyton, Marai o Martín Gaite
Desde el ‘Poema de Gilgamesh’, el texto más antiguo del que tenemos constancia, escrito en sumerio en unas tablillas encontradas en Mesopotamia, hasta hoy, la amistad ha centrado infinidad de textos. En aquel primero, la muerte del amigo y su evocación constituyen el núcleo de la narración. Las relaciones amistosas son también el espejo donde se han mirado muchos primeros lectores que han devorado sagas como las de la británica Enid Blyton –‘Los Cinco’, ‘Los Siete Secretos’ o ‘Torres de Malory’, entre otras– o la más cercana ‘Harry Potter’, de J.K. Rowling. Pol Guasch relata el vínculo entre dos jóvenes en ‘Obert a les mans, el paradís crema’ (Anagrama).
La relación fraternal centra textos emotivos y evocadores como ‘El último encuentro’ de Sándor Marai o los cuatro volúmenes de ‘La amiga estupenda’ de Elena Ferrante. Muchos epistolarios recuperados –género consolidado y en auge– reflejan infinidad de casos de intelectuales y artistas amigos de largo e intenso recorrido, como Miguel Delibes y Francisco Umbral –‘La amistad de dos gigantes’ (Destino)–, Rafael Alberti, M. Teresa León y Max Aub –‘Epistolario inédito’ (Renacimiento)–, Paul Cézanne y Émile Zola –‘Cartas cruzadas’ (Acantilado)–, o la de Vargas Llosa, García Márquez, Fuentes y Cortázar –‘Las cartas del Boom’ (Alfaguara)–. Y en el centenario del nacimiento de Carmen Martín Gaite recordamos también la amistad entre Sofía y Mariana, protagonistas de ‘Nubosidad variable’.
El joven escritor de esta tríada, Édouard Louis, se cambió el nombre y escribió sobre ello –Para acabar con Eddy Belleguele–, también de origen humilde, su obra narrativa está marcada por su autobiografía y sus temas son la pobreza, la discriminación y el alcoholismo –Historia de la violencia y Quién mató a mi padre–.
En la defensa de esta forma de existir, De Lagasnerie habla de Aristóteles o Cicerón y de teorías expuestas por autores como Barthes o Bourdieu, pero para matizar y ratificar su apuesta. La amistad como motor vital nace de la libertad como lo es renunciar a la paternidad. Es la suya una utopía hecha realidad donde “buscar en el otro lo que nos enseña”. Resulta novedosa una declaración de amistad masculina tan radical, que celebra la vida, y cuyos vínculos van mucho más allá del reconocimiento y del campo laboral.
Frente al refuerzo altamente positivo de la relación amistosa que expone el sociólogo francés, tenemos el posicionamiento más escéptico de la filósofa barcelonesa Marina Garcés (1973), profesora en la UOC donde dirige el Máster de Filosofía para los Retos Contemporáneos, que en el inicio de La pasión de los extraños / La passió dels estranys (Galaxia Gutenberg) –subtitulado: Una filosofía de la amistad– escribe: “La amistad es un espacio de relaciones tan inquietante como temible, afectado por un deseo y por un miedo que escapan a lo que podemos llegar a nombrar: el deseo de ser amados porque sí y el miedo a no serlo”.

Marina Garcés, autora de 'La pasión de los extraños. Una filosofía de la amistad'
Algunos apuntes personales aparecen en este texto lleno de cuestionamientos e interrogantes como corresponde a su disciplina y al deseo expreso de agitar el debate sobre una materia con pocas disensiones. Confiesa la autora que su biografía ha transitado por diferentes etapas en las que la amistad ha estado presente o ausente y ha desempeñado papeles diversos. El programa radiofónico L’amic imaginari, que arrancó en el 2022 en la emisora del barrio del Raval Ràdio Xamfrà –vinculada al centro de artes comunitarias del mismo nombre– dio pie a este volumen. Allí la autora conoció vidas e historias de amistad, que sí resaltaban el carácter benéfico del lazo. Hay –escribe– un consenso en percibir este vínculo como algo bueno.
La autora de trabajos como El tiempo de la promesa, Ciudad Princesa o Malas compañías se hace preguntas y puntúa sus análisis con las aportaciones de otros autores que han jalonado la historia del pensamiento. Aristóteles, por supuesto, pasando por los matices de Epicuro, de Montaigne, Nietzsche, Kierkegaard o Simone Weil. Como sugiere el título, su enfoque se centra en la extrañeza que entraña este tipo de relación donde el afecto circula entre personas que no tienen que ver entre sí y acortan con su proximidad la distancia y la soledad individual.
“La amistad no es buena ni mala, pero puede hacer mucho bien y mucho daño”, sentencia la autora, que repasa también otros conceptos conectados como la fraternidad, la camaradería o la sororidad. Muchos textos dedicados al amigo nacen del duelo por su pérdida y de la tendencia al olvido. Las comunidades de amigos –escribe– aparecen de forma azarosa pero nada puede hacerse por su desaparición.
Entrevista a J. Bergareche y M. Sigman, autores de ‘Amistad. Un ensayo compartido’
“Los amigos de infancia son nuestro disco duro”
M. ZAMORA
En 2017 el neurocientífico Mariano Sigman (Buenos Aires, 1972) y el escritor de ascendencia vasca Jacobo Bergareche (Londres, 1976) se instalaron a vivir en el barrio de Chamartín de Madrid a pocos metros de distancia. Aquella cercanía física propició que se conocieran, pasarán tiempo juntos y establecieran vínculos –el mus como motor de arranque–. Se hicieron amigos.
Sigman, autor de La vida secreta de la mente o El poder de las palabras, y Bergareche, de Los días perfectos y Las despedidas, decidieron embarcarse en la escritura de un ensayo sobre la amistad basado en las reflexiones de setenta y cinco personas de diferente condición y procedencia a los que convocaron en un espacio industrial a las afueras de Madrid. El resultado es un ensayo editado amigablemente por los dos sellos donde publican: Debate y Libros del Asteroide.
Para ambos autores las páginas de Aristóteles dedicadas a la amistad son el texto de referencia. Resaltan también a Cicerón, a Montaigne o a Emerson. Bergareche menciona La educación sentimental, de Gustave Flaubert o Los cuatro amores, de C.S. Lewis. Sigman, por su parte, considera El Quijote una obra emblemática, como la canción Segundo Premio de Los Planetas.
El espacio digital –señalan– es un nuevo medio. Bergareche pasó del plano virtual al real con un grupo de amigos de Facebook interesados en arte. Sigman cree que es una opción pero que le falta el encuentro cara a cara.

Jacobo Bergareche (izquierda) y Mariano Sigman
Explíquennos en qué consiste la ‘química del carbono’.
Jacobo Bergareche: Es una expresión bastante afortunada que acuñó Juan Arena, que fue presidente de Bankinter, profesor de Harvard, un sabio. Nos habla de lo inexplicable de la amistad. ¿Por qué nos caen bien algunas personas? Eso que a veces llamamos el flechazo. No sabes definir bien qué es ni verbalizar el porqué, pero sientes una atracción hacia esa persona.
Mariano Sigman: Se refiere a ese sentimiento tan vívido como inexplicable que hace que dos personas, casi de inmediato, se caigan bien y sientan afinidad entre ellas. Forma parte de un conjunto de expresiones que ofrecen una manera más clara y luminosa de comprender algunos conceptos esenciales de la amistad.
¿Por qué las amistades de la infancia tienen tanto peso en nuestras vidas?
J.B.: Son aquellas que se hacen sin elegirlas. Esa gente a la que vemos en perspectiva, que están desde el principio y recuerdan cosas de nosotros. Recuerdan quiénes éramos, de dónde venimos, nuestros miedos, nuestros primeros amores, nuestros anhelos y sueños. Son los que conservan la clave de nuestra identidad. Son una especie de disco duro donde se guarda la memoria de nuestras vidas. También, por eso mismo, nos deshacemos de ellos muchas veces.
M.S.: Son muy importantes porque actúan como un espejo de una etapa de nuestra vida que solemos percibir con distorsión. Nos cuesta observar esa parte de nuestra identidad, pero cuando nos reencontramos con un amigo de aquella época no solo recordamos lo que hacíamos, sino también por qué esa persona nos caía bien, qué cosas nos gustaban y cuáles no. Ese relato compartido de nuestras vidas nos ayuda a integrar experiencias y a llenar espacios que, sin esos amigos, quedarían vacíos.
¿Cuáles han sido los comentarios vertidos sobre el tema que escucharon en su trabajo que más les han sorprendido?
J.B.: Nos sorprendió mucho lo de la química del carbono. También las palabras del filósofo Santiago Gerchunoff, que dice que la amistad es precisamente el lugar donde se ejerce la traición. A un desconocido no le admitimos una traición. A un padre o a un hermano tampoco. Pero a un amigo le puedes perdonar, porque es en la amistad donde uno ejercita el perdón más que nada. Muchas veces has traicionado a tus amigos o tus amigos te han traicionado a ti, y habéis seguido siendo amigos a pesar de todo.
M.S.: El registro que tenemos de las traiciones y deslealtades en la amistad. Preguntamos a todos si alguna vez habían traicionado a un amigo o si algún amigo los había traicionado. Casi todos recordaban haber sido víctimas de una traición, pero apenas dos de setenta personas admitieron haberlo hecho. Esto revela cómo funciona nuestra memoria y cómo tendemos a tener una visión sesgada sobre nuestras propias acciones y lo que nos sucede en la amistad. Comprender esto puede ayudarnos a construir relaciones más sólidas y genuinas.
¿Qué abonos necesita la amistad?
J.B.: La amistad necesita sincronía. Nos lo cuenta Marta Peirano en el libro. Los amigos necesitan vivir cosas juntos. Acabo de viajar a Guinea. Era el Ramadán. Era interesante ver cómo comían y rezaban juntos. Hacer las mismas cosas a la vez, como ir al colegio o a la universidad, tener los hijos, yo qué sé, emborracharte por primera vez. Necesitas eso y necesitas tiempo para ello. Si no le dedicas tiempo, las amistades se mueren. La amistad hay que ejercerla. Se concreta siempre en una actividad compartida.
M.S.: Me gusta mucho la imagen del abono porque remite a la noción de que la amistad es algo orgánico, algo que debe cultivarse, regarse y nutrirse, al igual que la vida misma. Entre las muchas ideas que surgieron, hay una que me gusta especialmente y que compartió Rosa Montero: un amigo o una amiga es alguien que debe mirarte de una manera muy particular. Esa mirada especial es, en cierto modo, el abono de la amistad. Cuando esa mirada se apaga y pierde su brillo, la amistad comienza a degradarse.
¿Qué caracteriza su amistad?
J.B: Mariano me mete mucha caña. Necesita hacer cosas todo el rato. Le gusta hacer cosas transformadoras, le gustan los juegos, montar en bici, ir a nadar. Pero si vas a nadar con él es a nadar dos horas. Si vas a montar en bici con él es a escalarte un puerto de montaña de cien kilómetros. Mariano plantea retos todo el rato, como hacer un libro juntos. Te lleva realmente más allá. Y en ese sentido somos afortunados los que le tenemos alrededor. Su amistad nos ha hecho a todos mejores.
M.S: La amistad que tengo con Jacobo es intensa y, diría, hasta exagerada. Para mí, es una de esas personas a las que uno siempre tiene ganas de abrazar; es un ser abrazable. Se entrega, es generoso y posee algunas virtudes que admiro, como cierta distracción –en el mejor sentido de la palabra–, esa capacidad de no prestar atención a detalles que pueden entorpecer el disfrute. Es un gran amigo para jugar, viajar, conversar, compartir sobremesas y comidas. Tiene la generosidad de abrir puertas a otros mundos. A través de él, he conocido muchas otras amistades.