¿Amistad vs. familia?

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El vínculo amistoso, exaltado desde la Antigüedad, centra nuevos libros que buscan desentrañar los misterios de este lazo entre extraños y lo elevan frente a las estructuras tradicionales

amistad

 

Ilustración: Albert Asensio

La amistad y sus protagonistas, amigas y amigos, están presentes en la vida y en las narrativas que la acompañan. Películas y series, obras de teatro, cuentos y novelas recogen esta relación que el diccionario de la lengua española define como el “afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece en el trato”. De lejos viene el abordaje que diferentes pensadores brindaron a este tipo de relación. De entre ellos destacan las páginas que Aristóteles (Estagira, 384 a.C- Calcis, 322 a.C) dedicó al tema. Sus consideraciones sobre esta cuestión resultan vigentes y sólidas  –con la salvedad que la relectura amplía el espectro e iguala a hombres y mujeres–.

Ética a Nicómaco incluye en sus libros octavo y noveno un tratado sobre la amistad del que partirán muchas de las reflexiones posteriores –editados en Acantilado: Sobre la amistad, con traducción de Eduardo Gil Bera–. Es un texto claro, contundente y lleno de sabiduría, que brilla pasados los siglos. Interpela al lector del presente y parece referirse a nuestros días. Un claro estandarte del poder de los clásicos.

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Aristóteles 

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El filósofo y científico de la Antigua Grecia habla de una virtud que constituye “uno de los requisitos imprescindibles para la vida, pues nadie querría vivir sin amigos aun disfrutando de los demás bienes”. Eso no excluye a los ricos, que también necesitan amigos. Explica cómo nos acompañan a lo largo de la vida: en la juventud, ayudan a no cometer errores; en la madurez, llevan a realizar actos nobles y en la vejez brindan apoyo y cuidado.

Dice Aristóteles que la amistad va unida a la nobleza y a la justicia y que implica reciprocidad. Distingue entre la amistad por interés o por placer de aquella basada en un mutuo afecto, que se da entre virtuosos y que a diferencia de las anteriores, perdura. Estos postulados serán recogidos por todos los ensayistas que hasta nuestros días hayan reflexionado sobre la cuestión.

Vivimos momentos donde la amistad adquiere un papel predominante en la existencia de muchos. Este vínculo que algunos circunscriben a la infancia y juventud se prolonga y en la actualidad constituye un modelo alternativo de relación durante la vida adulta. Muchos jóvenes pasan del hogar familiar a una vivienda compartida con amigos ante la dificultad económica de vivir solos o en pareja. Este modelo ha devenido signo de los tiempos.

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Michel de Montaigne 

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Amigo procede del latín y deriva del verbo amar pero para algunos ensayistas el afecto que entraña esta relación mucho o poco tiene que ver con la amorosa de pareja. En el refranero abundan los dichos que ponen esta figura en el centro de sus sentencias: “Quien tiene un amigo, téngase por rico”, “La amistad no tiene edad”, “Amigo de muchos, amigo de ninguno” o “Una vida sin amigos, muerte sin testigos”. Todos ellos abarcan los temas que abordan diferentes ensayos de reciente aparición.

Estas reflexiones coinciden en resaltar que la amistad es un tipo de relación que queda fuera de las instituciones y las leyes, lo que facilita que sea más fácil de romper; y que se ha relegado a una segunda división frente a la fuerza centrípeta de la familia. Apuntan también que el término es amplio y sin matices por eso en muchas ocasiones se le añaden calificativos como “buena”, “auténtica”, o “de toda la vida” en un intento de hilar más fino. Tampoco existe un término para designar la carencia o el estado de desamparo en que queda una persona tras perder a una amiga o amigo.

El filósofo francés Michel de Montaigne (1533-1592) escribe en sus Ensayos –ediciones en Cátedra, Acantilado, Galaxia Gutenberg o Proa– unas célebres palabras para definir la compenetración total que supuso la amistad que entabló con su contemporáneo el también filósofo Étienne de la Boétie: “Porque él era yo y yo era él”. La relación que mantuvieron durante seis años antes de la prematura muerte del autor de Discurso de la servidumbre no tenía en sus palabras parangón con ningún otro vínculo: “Tan entera y perfecta que no se conocen ciertamente otros semejantes”. De Montaigne señala que pueden coexistir otras amistades “vulgares” pero solo una alcanza la categoría excelsa por la cual “habríame confiado antes a él que a mí mismo”–De la amistad (Taurus) recoge las páginas que consagró al tema–.

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Geoffroy de Lagasnerie, autor de 'Un elogio de la amistad'  

Pascal Ito / Penguin

Un elogio de la amistad (Taurus, con traducción de Juan Rabasseda Gascón) del sociólogo francés Geoffroy de Lagasnerie (Fontenay-aux Roses, 1981) resulta una lectura atractiva, interesante y llena de propuestas rompedoras con las que estar o no de acuerdo. Lagasnerie, profesor de Filosofía y Sociología en la École Nationale Supérieure de París-Cergy, dirige también una colección de ensayo en la editorial Flammarion. Algunos de sus libros han sido traducidos al castellano: Desconfiad de Kafka, La última lección de Michel Foucault o Mi cuerpo, ese deseo, esta ley. Su último trabajo es un tributo a la amistad que mantiene desde hace más de una década con Didier Eribon (Reims, 1953) y Édouard Louis (Hallencourt, 1992). El libro surge de los lazos establecidos por estos tres hombres homosexuales   –el autor y Eribon son pareja–, que fueron coincidiendo                  –Eribon como maestro e inspiración– aquí y allá y forjaron un pacto de no traición a un modelo de vida basado en la amistad.

Su apuesta es radical, libertaria y anti-institucional –se reivindica frente a los convencionalismos, apunta, que encarna la familia, el familiarismo–. Ponen la amistad en el centro de sus existencias –este libro incluye un número tres en cada página, junto a la numeración–, los amigos hablan cada día, comparten lecturas y charlas y aunque viven cada uno en su casa buscan pasar el máximo tiempo juntos, las vacaciones y fechas señaladas en el calendario, como Navidad o sus aniversarios. La escritura, y por tanto sus carreras profesionales, también les une.

El filósofo Didier Eribon ha ejercido sobre los otros dos integrantes de este núcleo un tutelaje y una influencia que se refleja en sus trabajos. Eribon es autor de una biografía sobre Michel Foucault, amigo de Pierre Bourdieu, trató a Duras, Deleuze, Lévi-Strauss, Derrida o Dumézil. De origen obrero –su obra Regreso a Reims recoge la distancia con su padre durante décadas y el marco donde nació– es profesor universitario en París y Amiens así como en diferentes centros de Estados Unidos.

El joven escritor de esta tríada, Édouard Louis, se cambió el nombre y escribió sobre ello –Para acabar con Eddy Belleguele–, también de origen humilde, su obra narrativa está marcada por su autobiografía y sus temas son la pobreza, la discriminación y el alcoholismo –Historia de la violencia y Quién mató a mi padre–.

En la defensa de esta forma de existir, De Lagasnerie habla de Aristóteles o Cicerón y de teorías expuestas por autores como Barthes o Bourdieu, pero para matizar y ratificar su apuesta. La amistad como motor vital nace de la libertad como lo es renunciar a la paternidad. Es la suya una utopía hecha realidad donde “buscar en el otro lo que nos enseña”. Resulta novedosa una declaración de amistad masculina tan radical, que celebra la vida, y cuyos vínculos van mucho más allá del reconocimiento y del campo laboral.

Frente al refuerzo altamente positivo de la relación amistosa que expone el sociólogo francés, tenemos el posicionamiento más escéptico de la filósofa barcelonesa Marina Garcés (1973), profesora en la UOC donde dirige el Máster de Filosofía para los Retos Contemporáneos, que en el inicio de La pasión de los extraños / La passió dels estranys (Galaxia Gutenberg)                      –subtitulado: Una filosofía de la amistad– escribe: “La amistad es un espacio de relaciones tan inquietante como temible, afectado por un deseo y por un miedo que escapan a lo que podemos llegar a nombrar: el deseo de ser amados porque sí y el miedo a no serlo”.

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Marina Garcés, autora de 'La pasión de los extraños. Una filosofía de la amistad' 

Miquel González / Shooting

Algunos apuntes personales aparecen en este texto lleno de cuestionamientos e interrogantes como corresponde a su disciplina y al deseo expreso de agitar el debate sobre una materia con pocas disensiones. Confiesa la autora que su biografía ha transitado por diferentes etapas en las que la amistad ha estado presente o ausente y ha desempeñado papeles diversos. El programa radiofónico L’amic imaginari, que arrancó en el 2022 en la emisora del barrio del Raval Ràdio Xamfrà –vinculada al centro de artes comunitarias del mismo nombre– dio pie a este volumen. Allí la autora conoció vidas e historias de amistad, que sí resaltaban el carácter benéfico del lazo. Hay –escribe– un consenso en percibir este vínculo como algo bueno.

La autora de trabajos como El tiempo de la promesa, Ciudad Princesa o Malas compañías se hace preguntas y puntúa sus análisis con las aportaciones de otros autores que han jalonado la historia del pensamiento. Aristóteles, por supuesto, pasando por los matices de Epicuro, de Montaigne, Nietzsche, Kierkegaard o Simone Weil. Como sugiere el título, su enfoque se centra en la extrañeza que entraña este tipo de relación donde el afecto circula entre personas que no tienen que ver entre sí y acortan con su proxi­midad la distancia y la soledad individual.

“La amistad no es buena ni mala, pero puede hacer mucho bien y mucho daño”, sentencia la autora, que repasa también otros conceptos conectados como la fraternidad, la camaradería o la sororidad. Muchos textos dedicados al amigo nacen del duelo por su pérdida y de la tendencia al olvido. Las comunidades de amigos –escribe– aparecen de forma azarosa pero nada puede hacerse por su desaparición.

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Jacobo Bergareche (izquierda) y Mariano Sigman 

Lupe de la Vallina
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