El recuento de votos de las elecciones en el Ateneu Barcelonès se hizo largo y acabó de madrugada, pero a medio escrutinio ya se veía que Isona Passola renovaría el mandato al frente de una institución que, pese a las sacudidas, sale reforzada del debate. Entre otros motivos porque si hace cuatro años no obtuvo el apoyo directo de los socios –con solo una candidatura, no hubo elecciones– y durante su presidencia ha sido acusada de personalismo y excesiva apertura a los que no son socios, con la votación de este jueves su proyecto encontrará energías renovadas. Todos los miembros de su futura junta –se vota con listas abiertas– se han ganado el cargo, en su caso por 509 a 318 de su oponente, el historiador Jordi Casassas. Nos encontramos en las oficinas de su productora audiovisual, donde después tiene una reunión para sacar adelante un proyecto con socios franceses y marroquíes.
Es la primera mujer elegida presidenta del Ateneu...
Me lo he callado mucho, pero ser una mujer presidenta cuando ha habido más de 150 años hombres con una entidad que era fundamentalmente masculina, en la que las mujeres empiezan a entrar muy tarde, ha sido muy duro. En mi carrera profesional me había encontrado con un trato bastante igualitario, pero en el Ateneu ha sido difícil y lo he tenido que ganar palmo a palmo. Me han llegado a decir: “Nena, desde que estás tú los váteres están sucios” y cosas así que no había oído nunca. Hay una cierta animadversión de un sector muy pequeño que no tolera que las mujeres tengan poder, pero me han votado a mí y a una junta estupenda.
Primera presidenta
“Me han llegado a decir: ‘Nena, desde que estás, los váteres están sucios’ y cosas que no había oído nunca”
No le podrán reprochar que no tiene el aval de los socios...
Es que no me habían votado porque el anterior presidente, Jordi Casassas, me vino a buscar, porque nadie quería coger el Ateneu en aquel estado, y eso que siempre había gente que lo quería presidir, y en las anteriores elecciones incluso había habido tres candidaturas. Con la pandemia se habían perdido 1.200 socios, que son muchos en una entidad que tenía 4.000. Había un gran déficit económico, y con la poscovid reinaba un gran silencio, había tan poca gente que hasta daba angustia. El Ateneu ha resucitado, lo ve todo el mundo, y hay 400 jóvenes que tienen menos de 28 años, con una programación excelente y un déficit que se ha arreglado. Yo salía de presidir la Acadèmia del Cinema y me parecía que el Ateneu tenía un potencial enorme: de momento lo hemos arreglado, pero ahora demostraremos lo que puede hacer.
Podrá sacar adelante retos como el llamado Club del Català.
¡Ya tenemos 150 personas inscritas! Queremos acoger a los nuevos catalanes, los recién llegados o los que ya estaban y no habían conectado con la cultura. No solo se trata de enseñar la lengua, sino que se vinculen con nosotros y que la cultura se convierta en ascensor social. ¿Tendremos energía para hacerlo y recursos? Yo creo que sí.
Han resuelto una parte del déficit y el Ateneu es sostenible. ¿Qué hará con la deuda?
Tenemos pactado cómo enjugar los 200.000 euros de deuda que se cubre con crédito y es parte de la acumulada, que había llegado a los 868.000, pero hemos conseguido que haya beneficios en una entidad que era deficitaria, que es privada y se sostiene básicamente por los socios, por los alquileres de espacios –un 16% del presupuesto–, las subvenciones, y también los patrocinios privados, pero para tenerlos necesitas proyectos muy sólidos, y creo que el de migraciones y lengua puede servir de faro y replicarse en otros ateneos.
Para llegar ahí, hicieron sacrificios, redujeron los equipos y dejaron de comprar libros.
Hubo un momento en que reunimos a los trabajadores, les dijimos que nos teníamos que apretar el cinturón y les hicimos cómplices, porque hacía falta un replanteamiento, con menos limpieza, incluso, y preguntamos a las editoriales si nos podían enviar libros gratis. Todo el mundo respondió, y ahora volvemos a comprar libros. Nos hemos arremangado y hemos buscado dónde había problemas, en lugar de ir haciendo teorías, y hemos buscado soluciones que a menudo tenían que pasar por reducciones.
¿La época de los jóvenes?
“Cuando Riba, Sagarra, Pla, Carner o Dalí venían, eran jóvenes y hacían tertulias supergamberras”
Al principio echó a algunos trabajadores.
Cuando entras en un lugar, te tienes que crear un equipo que pueda resolver los problemas. Me dijeron que había que echar a nueve personas porque no era rentable, y al final salieron dos, que son personas extraordinarias, pero que no iban en sintonía en el proyecto del equipo. Cuando entro en un lugar o cuando hago una película, tengo que escoger un equipo que si puede ser lleve la peli a Hollywood o a Berlín, y lo he hecho. A veces eso incluye momentos dolorosos, sí, pero hoy el ambiente de los trabajadores es formidable y proyectan una ilusión que da mucha energía. Claro que tomé decisiones, sí. Cuando haces cosas, todo el mundo te critica, y si no haces nada, es una balsa de aceite. Tomé decisiones que luego han traído buenas consecuencias.
¿Resolvieron los problemas con la Escola d’Escriptura?
Fue una entrada complicada, pero ahora tengo una relación espléndida con ellos, y además, en la nueva junta está la rectora de la UOC, Àngels Fitó, para intentar que la escuela tenga un reconocimiento oficial.

Isola Passola, presidenta del Ateneu
Los alumnos pagan cuota de socio, pero cuando acaban el curso la mayoría se marchan...
Es cierto que se va mucha gente y muchos están de paso, como estudiantes que hacen uso de la biblioteca y cuando ganan las oposiciones, se van. Es el reto, y una de las vías para tener nuevos socios. Estamos tratando de poner tarifas más baratas para los jóvenes, y una idea es el Amic de l’Ateneu, con una cuota muy baja, para los que viven en el extranjero.
Los jóvenes piden paso...
Son el futuro del Ateneu, un motor fundamental, pero también son parte del pasado, porque todos estos sabios de Vilatrista que alaban la época en que estaban Riba, Carner, Sagarra, Dalí o Pla no se dan cuenta de que cuando venían eran jóvenes y hacían unas tertulias supergamberras y divertidas. Y eso no está reñido ni con la inteligencia, ni con la sabiduría, ni con la creatividad. A una entidad de la sociedad civil no le conviene el rigor mortis.