Narciso Mostarda, psicólogo: “A día de hoy hay muchos padres que son muy inmaduros e incapaces de asumir el fracaso”

Psicología 

El neuropsiquiatra italiano alerta sobre una crisis de madurez emocional entre los adultos y su impacto en la salud mental de los jóvenes

Narciso Mostarda

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¿Qué ocurre cuando los adultos dejan de ejercer su rol educativo y emocional? Para el psicólogo y neuropsiquiatra infantil Narciso Mostarda, el problema actual no está en los adolescentes, sino en los padres inmaduros que no han completado su transición hacia una adultez emocional plena. En su opinión, muchos adultos de hoy se han quedado anclados en una etapa adolescente, convirtiéndose en lo que él denomina “adultescentes”.

Mostarda, autor del libro Sociedad adolescente. Padres e hijos en la época de la identidad perdida y director general del servicio de emergencias 118 en Italia, ha compartido una visión crítica del panorama educativo y familiar actual en una entrevista reciente con Il Corriere della Sera, recogida por Infobae.

Una generación adulta sin herramientas emocionales

“El problema no son los adolescentes, sino los adultos que no pueden ejercer su función educativa”, afirma de forma tajante. Según el experto, los adultos que fueron adolescentes hace 30 o 40 años no han completado su desarrollo emocional, lo que repercute directamente en la forma en que educan y acompañan a sus hijos. “Los jóvenes de hoy tienen que lidiar con figuras que no son capaces de gestionar los procesos relacionales de forma responsable”, advierte. 

Un informe de la Universidad de Stanford confirma que el cerebro de los adolescentes está programado para ignorar la voz de sus padres desde los 13 años

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Esta falta de madurez se traduce en proyecciones de frustraciones no resueltas, ausencia de límites y una enorme dificultad para aceptar el fracaso, incluso cuando este afecta a terceros, como sus propios hijos.

Padres que no toleran el suspenso. Uno de los síntomas más evidentes de esta crisis emocional es la actitud de muchos progenitores ante las malas calificaciones escolares. Mostarda denuncia una creciente tendencia de padres que culpan a los docentes o al sistema educativo cuando sus hijos suspenden, en lugar de ayudarles a gestionar el error como parte natural del aprendizaje.

Un padre riñe a su hijo

Un padre riñe a su hijo

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“Es un error ser líderes de sus hijos cuando fracasan, porque significa demostrar que no se es capaz de ayudarlos a gestionar el fracaso”, señala. En su análisis, apoyar a un hijo no significa sobreprotegerlo ni justificarlo, sino enseñarle que equivocarse es parte del proceso, y que existen herramientas y figuras de referencia —como los profesores o los hermanos mayores— para superarlo.

Consecuencias: inseguridad, frustración y soledad. La sobreprotección, la simplificación de procesos y la tendencia a culpar a terceros contribuyen, según Mostarda, a una generación de jóvenes con baja tolerancia a la frustración, problemas de autoestima y una creciente desconexión emocional. En lugar de hablar de Generación Z, propone llamarla “Generación S”, en referencia a los smartphones, el sexting, las redes sociales y la soledad.

Captura de vídeo

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“Los niños de hoy en día están cada vez más solos. Si no acompañamos a nuestros hijos, escuchándolos y haciéndoles sentir seguros, habremos creado otra generación de adultos inseguros. Como la actual”, advierte.

Reconstruir el pacto educativo

El psicólogo italiano también señala que la desconfianza hacia figuras como los docentes o los sanitarios es parte del mismo fenómeno: una sociedad que ha perdido el respeto por los profesionales que acompañan nuestro desarrollo.

“Antes, se consideraba al docente como una figura de referencia en continuidad con la familia. Ahora, su rol se cuestiona, al igual que el de la escuela”, lamenta.

Para revertir esta tendencia, propone volver a abrir las escuelas al diálogo entre profesores, familias y alumnos, y reconstruir el pacto educativo. Solo así, dice, se podrá ayudar a los jóvenes a desarrollar herramientas para enfrentarse a los desafíos de la vida adulta.

“Debemos asegurarnos de que los jóvenes puedan desarrollar las defensas necesarias para afrontar las frustraciones y evitar la inmadurez permanente”, concluye.

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